Hay infinidad de obras que se inspiraron en viejas leyendas, leyendas que para fines comerciales, fueron podadas de tal forma que casi no se reconocen, es el caso de Cenicienta. La verdadera historia de la Cenicienta tendría origen en Egipto, otros encuentran similitudes en un cuento persa de las Mil Noches y una noche, en el que en lugar de zapato, lo que lleva la joven en el pie es una pulsera de oro.

Pero es más atractivas la versión china. Hay que recordar que los pies pequeños han sido siempre un rasgo de belleza en la mujer oriental. Vayamos al zapato. Los hermanos Grimm hablan de un zapato de oro mientras que Perrault fue el primero en nombrar al famoso zapato de cristal. En el cuento chino, el zapato es de piel de visón, o de seda bordada.

El cuento, escrito durante la dinastía china Táng (siglos VIII y X) nos habla de una bella jovencita llamada Yeh Shen, hermosa por tener unos pies diminutos, ya que es durante esta dinastía cuando comienza la tradición de los “pies de loto”, la belleza en una mujer se medía por el tamaño del pie, y un pie hermoso no podía medir más de diez centímetros, por lo que desde niñas, se vendaban los pies de las mujeres, rompiendo los dedos, para que se ajustasen al bello zapato.

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Sigue el cuento hablando sobre que la madrastra tenía tres hijas, las cuales, hacían la vida imposible a esta "Cenicienta" made in China. Un día en el que en la aldea se celebraba el baile en dónde los jóvenes solteros elegían una pareja, (no señoras y señoritas, al revés no, no maten al mensajero). Ese día tan importante, la madrastra, consciente de que Yeh Shen era mucho más bella que sus hijas, la encierra para que no vaya al baile. Ella tiene un pececito mágico, o mejor dicho lo quedo de él, porque la madrastra sabiendo que el único amigo de la niña era un pez de colores que habla, lo cocina y se lo come. Que Malula! ... Pero la niña tenía un as bajo la manga, había guardado las espinas, que también eran mágicas y con ellas convoca a los espíritus para que la ayuden. La transportan al baile completamente transformada. Acá no hay hada madrina, ni zapallo, ratones, ni la mar en coche.

La magia dura poco y ella pierde un zapato. Todos admiran la belleza del zapato, que no mediría más de 10 cm, claro, la noticia llega a oídos del emperador que quiere casarse con la dueña del zapato y comienza una búsqueda para encontrar a la mujer cuyo pie entre en el zapato. Más tarde, el príncipe llega a la casa de Yeh Shen. La madrastra, que como dije era recontra mala y ambiciosa corta los dedos de una de sus hijas y venda fuertemente el pie para que quepa, la mentira dura poco, ya que camino de palacio el pie empieza a sangrar.

Devuelven a la chica "fallada" y esta vez la madrastra corta el talón de su segunda hija. El resultado es el mismo. Al final Yeh Shen se pone el zapato que le queda perfecto, se casa con el emperador, y la madrastra y las hermanastras son condenadas a muerte, las tiran a un pozo y mueren apedreadas.

Las mujeres en estado de inconsciencia, ya sea que estén durmiendo, en trance o muertas, son algo habitual en la pintura victoriana. Por ejemplo la pobre Ofelia de Millais o está hermosa obra de Leighton.

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La bella durmiente de este artista, ha tenido mejor suerte, parece no tener problemas como sus contrapartes de cuentos. Una muchacha vestida de un impactante color durazno. Ella está físicamente presente, pero psíquicamente alejada, como inmersa en un sueño.

La icónica pintura victoriana de Frederic Leighton, es probablemente el producto de una relación con una modelo, que tenía una muy curiosa y sutil figura. Se llamaba Dorothy Done y posó para el artista bajo un sol ardiente de junio. La bella londinense estaba considerada una de las mujeres más hermosas, por su piel aterciopelada y la serenidad y dulzura de su rostro. Un reposo arrebatador que parece imperturbable, pero que a la vez provoca un cierto desasosiego al contemplar las curvas invisibles que se insinúan, envueltas en los pliegues de un vestido naranja, deslumbrante, que contrasta con un trozo de cielo celeste y un sillón marrón, donde la lozanía reposa en una postura imposible. Pose que me produjo un breve deja vu de la Danae de Klimt.

Dormida o casi dormida, ella ha recorrido un mundo escondida en los pliegues traslúcidos que, tanto revelan como ocultan, un cuerpo armónico, casi inerte, pareciendo representar la idea de la muerte que era tan atractiva al artista. Para Leighton ésta obra fue esa chispa espontánea que luego transformó en un trabajo metódico y meticuloso.

¿Esta mujer está dormida o está fingiendo?, ¿qué está soñando? Una oda a la belleza, que nos da la libertad de imaginar libremente lo que deseemos sobre la imagen de una mujer que descansa tranquila.

Una composición que recuerda a un joven Leighton en Florencia, cuando quedó impregnado del Renacimiento y un cierto academicismo. Samuel Courtauld, un industrial inglés y gran coleccionista de arte que fundó el Courtauld Institute of Art de Londres, la llamó “la pintura más maravillosa que existe…” Algunas décadas más tarde, cuando el compositor inglés Andrew Lloyd Webber, (sí el de: Jesucristo Super Star, Evita, Cats, El Fantasma de la Opera, entre otros magníficos musicales), le pidió dinero a su familia para comprar Sol ardiente de junio, y su abuela molesta le dijo: “No voy a tener basura victoriana en mi casa”. Ja, ja bueno, a veces las abuelas también se equivocan.

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LA OBRA

Sol ardiente de Junio
Frederic Leighton
Título original: Flaming June
1895
Técnica: Óleo sobre lienzo
Tamaño: 119 × 119 cm
Localización: Museo de Arte de Ponce,
Puerto Rico