Yo soy Psique, y mi historia es una de amor, traición y redención, una odisea a través de lo divino y lo humano. Nací en una familia real, famosa por mi extraordinaria belleza, tan deslumbrante que algunos llegaron a decir que rivalizaba con la de Afrodita, la diosa del amor y la belleza misma.

Mi apariencia atrajo la atención de muchos, pero fue una maldición disfrazada de admiración. Los hombres venían de tierras lejanas solo para contemplarme, pero ninguno se atrevía a pedir mi mano. Mi belleza, en lugar de traerme alegría, me condenaba a la soledad. Afrodita, al escuchar que una mortal osaba ser comparada con ella, se llenó de celos y furia.

Desesperada, mi familia consultó al oráculo de Delfos. La respuesta fue devastadora: debía ser llevada a una montaña y dejada allí para ser tomada por una bestia monstruosa, destinada a ser mi esposo. Mi corazón se llenó de terror, pero obedecí. En la cima de la montaña, aguardé mi destino, sintiendo el viento y el frío de la noche envolviéndome.



Pero la bestia no apareció. En su lugar, fui llevada suavemente por un viento amable, el Céfiro, hasta un valle paradisíaco donde se alzaba un palacio resplandeciente. Al entrar, una voz invisible me recibió y me aseguró que todo aquello era mío. Viví allí en abundancia, atendida por sirvientes invisibles y rodeada de lujos inimaginables.

Cada noche, mi esposo venía a mí en la oscuridad, y aunque nunca vi su rostro, me trataba con una ternura y amor que pronto me cautivaron. Me advirtió que nunca debía intentar ver su rostro, y aunque al principio la curiosidad me carcomía, me conformé con su amor y amabilidad.

Sin embargo, mis hermanas, consumidas por la envidia, me convencieron de que debía descubrir la verdadera identidad de mi esposo. Me aseguraron que seguramente era un monstruo y que debía protegerme. Una noche, mientras él dormía, tomé una lámpara de aceite y me acerqué a su rostro. Para mi asombro y deleite, descubrí que mi esposo no era una bestia, sino Eros, el dios del amor, hermoso y divino.

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En mi asombro, una gota de aceite caliente cayó sobre su hombro, despertándolo. Traicionado por mi desobediencia, Eros voló lejos, dejándome sola y desolada en el palacio vacío que pronto desapareció.

Determiné recuperar a mi amor, y así comenzó mi verdadero viaje. Me dirigí al templo de Afrodita para pedirle ayuda, sabiendo que su ayuda no vendría sin un precio. La diosa me impuso cuatro tareas imposibles, con la esperanza de que fallara y desistiera.

La primera tarea fue separar una montaña de granos mezclados en una sola noche. Desesperada, me senté y lloré, pero las hormigas, compadeciéndose de mí, acudieron en mi ayuda y completaron la tarea.

La segunda tarea me llevó al río Estigia, donde debía recoger un poco de su agua negra y mortal. Guiada por un águila enviada por Zeus, logré llenar la jarra y regresarla a Afrodita.

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La tercera tarea fue traer un mechón de la lana dorada de los carneros del sol. Con la ayuda de una caña verde que me susurró al oído, esperé hasta que los carneros se durmieran y recogí la lana que quedaba atrapada en las ramas.

La última y más peligrosa tarea fue descender al inframundo y pedir a Perséfone, la reina del inframundo, un poco de su belleza en una caja. Con el consejo de un torreón parlante y otros espíritus amables, logré superar los obstáculos y tentaciones del inframundo, regresando a la superficie con la caja.

Aunque se me advirtió que no debía abrir la caja, la curiosidad una vez más me venció. Al abrirla, caí en un sueño mortal. Fue entonces cuando Eros, curado de su herida y aún enamorado de mí, vino a rescatarme. Me despertó con un suave toque y voló conmigo al Olimpo.

Una vez allí, Eros rogó a Zeus por nuestra unión. Conmovido, Zeus me ofreció el néctar de la ambrosía, concediéndome la inmortalidad y permitiéndome vivir para siempre junto a Eros. Afrodita, al ver nuestra devoción, finalmente nos aceptó.

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Así, mi historia, llena de desafíos y pruebas, terminó en triunfo y amor eterno. A través de la fe, el amor y la perseverancia, superé lo imposible y encontré mi lugar entre los dioses. Soy Psique, y esta es mi epopeya, un testimonio de la fuerza del espíritu humano y del poder transformador del verdadero amor.

Fragmento del Libro: Mitos en Bicicleta de Pablo Francisco Chirino (Todos los derechos reservados)

LA OBRA
Los amores de los ángeles
François-Edouard Cibot
1834
Musée des Beaux-Arts