Ya tiempo atrás habíamos publicado en La vida es Arte la historia y la obra del Rapto de Proserpina, una maravillosa escultura de Bernini, donde la pasión desbordada se congelaba en el mármol con el fervor del Barroco. Ahora, es el turno de otra escena de rapto y sacrificio, la de Políxena, una historia mucho más sombría, cargada de amor trágico, venganza y la fatalidad que marcó el amargo final de la Guerra de Troya.

La figura central es Políxena, una princesa de Troya, hija de los poderosos reyes Príamo y Hécuba. Su vida, breve y dramática, estuvo inextricablemente ligada al destino de su ciudad y a la figura del héroe más grande de los aqueos: Aquiles. La mitología griega, siempre marcada por oráculos funestos, había profetizado que Troya no caería si su hermano, Troilo, lograba alcanzar los veinte años. La tragedia se desencadenó cuando Políxena y Troilo cayeron en una emboscada, y aunque Aquiles mató al joven, ella pudo escapar, salvando su vida, pero condenando su destino.

El encuentro entre la princesa troyana y el héroe griego está cubierto por el velo de diversas narrativas, todas ellas con un final fatalista. El momento en que Aquiles se enamoró de Políxena es un mosaico de versiones que demuestran su poder fatal: ¿Ocurrió durante la emboscada donde murió Troilo? ¿O mientras ella, inocente, participaba en un rito en honor a Apolo? La versión más dramática, y que subraya su nobleza y desesperación, cuenta que, tras la muerte de su hermano Héctor, Políxena contribuyó al rescate del cuerpo de su hermano, arrojando desde los muros de Troya sus joyas, o incluso, ofreciéndose personalmente a Aquiles para convertirse en su esclava a cambio de paz.

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Amor, Secreto y la Flecha Fatal en el Talón

La mitología no es clara en los detalles exactos del romance, pero sí en sus consecuencias mortales. Se cuenta que, cegado por el amor, Aquiles llegó a prometer que persuadiría a los Aqueos para abandonar el sitio de Troya a cambio de casarse con la princesa. Esta promesa selló su propia ruina. La tradición más aceptada sugiere que, en el intercambio de cortejo o quizás bajo coerción, Políxena pudo haber descubierto el secreto de su talón vulnerable.

Recordemos que la invulnerabilidad de Aquiles se debía a que su madre, Tetis, lo sumergió en el río Estigia para volverlo inmortal, sosteniéndolo por el talón. Esa pequeña porción de carne que jamás tocó las aguas, permaneció vulnerable y fue la clave de su perdición. En una ocasión en la que Aquiles se dirigía a encontrarse con Políxena (posiblemente en un templo o lugar neutral, fuera de las murallas), el héroe aqueo murió en una emboscada que le tendieron Deífobo y Paris, con una flecha dirigida al fatal talón. La muerte de Aquiles, aunque vengada por el dolor de un amor traicionado, solo prolongó la desgracia de Políxena.

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La Demanda Post Mortem: La Exigencia del Fantasma

Tras el saqueo final de Troya y mientras los Aqueos se preparaban para regresar a casa, el drama alcanzó su punto culminante. El fantasma (eidolon) de Aquiles se apareció a los supervivientes de la guerra en la playa, exigiendo un sacrificio: Políxena debía ser inmolada sobre su tumba antes de que nadie pudiera marcharse. Este acto no era solo venganza; era una exigencia ritual, un precio por el tránsito seguro de la flota.

El sacrificio de la joven tenía una doble y cruel finalidad: Propiciación, para conseguir condiciones favorables para el regreso de las naves aqueas a Grecia (analogía directa con el sacrificio de Ifigenia en el viaje de ida), y Venganza, servir como una ofrenda de sangre en honor al héroe caído.

Fue Neoptólemo, el hijo de Aquiles, quien la decapitó sobre la tumba de su padre. La joven, según la conmovedora versión de Eurípides, aceptó su destino con una dignidad impresionante. Solicitó que su cuerpo no fuera tocado por manos esclavas y que fuera ejecutada con la misma nobleza con la que había vivido. Esta aceptación del sacrificio elevó su figura de simple víctima a mártir trágico, un símbolo de la resistencia troyana que incluso la muerte no podía doblegar.

No obstante, para quienes preferían una narrativa más ligada al romanticismo puro, se decía que Políxena se había suicidado tras la muerte de Aquiles, clavándose una espada sobre su tumba, por un amor tan grande que trascendió la traición y la guerra.

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Pio Fedi en Florencia: El Estilo Neobarroco y la Loggia dei Lanzi

Esta historia, cargada de violencia, amor y destino, fue inmortalizada por el escultor italiano Pio Fedi (1816-1892). Su obra, El Rapto de Políxena, fue esculpida entre 1860 y 1865, en pleno auge de la segunda mitad del siglo XIX, un periodo donde el arte oficial se debatía entre la serenidad neoclásica y el drama romántico.

La obra se exhibe en un lugar de inmenso honor: la Loggia dei Lanzi en Florencia, la Piazza della Signoria. Colocar una escultura relativamente moderna (de mediados del siglo XIX) junto a obras maestras del Renacimiento y el Manierismo como el Perseo con la cabeza de Medusa de Cellini y el Rapto de las Sabinas de Giambologna, fue un reconocimiento inmenso al trabajo de Fedi y a su habilidad para competir con los grandes maestros. Esto no fue casualidad: Fedi demostró una capacidad excepcional para absorber e integrar estilos de manera grandilocuente, creando lo que hoy se cataloga como Neobarroco o Neoclásico-Dramático.

El crítico de arte E. J. D. B. Smith señaló que Fedi buscaba conscientemente reanimar el espíritu de la escultura helenística y barroca, pero con una técnica de pulido y un rigor compositivo que solo el Neoclasicismo tardío podía ofrecer. La obra es impactante precisamente por su dramatismo. Fedi mezcló múltiples estilos y tradiciones para construir una escena teatral y multifigura:

  • Modelo Helenístico: Fedi tomó la emoción desbordada, el movimiento en espiral y la tensión muscular característicos de la escultura griega tardía.
  • Modelo Manierista: Al igual que en las obras de Giambologna, la escena es un figura serpentinata que requiere ser observada desde todos los ángulos para desentrañar la acción, una característica esencial de la escultura de la Loggia.
  • Modelo Barroco: Le infunde una vitalidad y un dinamismo que lo acercan al fervor del siglo XVII, con ropajes volátiles y expresiones faciales exageradas para maximizar el impacto emocional.

Análisis Escultórico del Torbellino de Mármol

La escena representa el momento exacto del rapto para el sacrificio. Neoptólemo, hijo de Aquiles, levanta a Políxena para llevarla al altar, un acto de violencia ceremonial. La composición es un torbellino de movimiento y agonía. Neoptólemo es una figura poderosa y musculosa, en contraste con la figura desesperada y femenina de Políxena, cuyo cuerpo se arquea en un último grito de angustia.

La otra figura clave es su madre, Hécuba, que yace de rodillas en un gesto de desesperación absoluta y resistencia inútil, agarrándose a la pierna de Neoptólemo, un recurso dramático que amplifica la tensión. La composición se eleva sobre una diagonal, creando una pirámide de acción que culmina en la vulnerabilidad de Políxena.

La genialidad de Fedi reside en cómo maneja el mármol para representar la emoción cruda y la dicotomía entre la fuerza y la debilidad. Los ropajes de Hécuba caen en pliegues pesados y dramáticos, anclando el dolor terrenal, mientras que el cuerpo desnudo de Políxena es liviano y casi ingrávido, preparándose para su ascenso trágico. La confrontación entre la fuerza brutal de Neoptólemo y la vulnerabilidad de la princesa, junto con la desesperación de la madre, crea una tensión visual que es difícil de igualar en el contexto escultórico del siglo XIX.

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Las fuentes literarias más prominentes de la leyenda griega sobre Políxena son las Metamorfosis de Ovidio, la Hécuba de Eurípides y las Mujeres Famosas de Bocaccio. Fedi, como un erudito de su tiempo, logró infundir todo este peso literario y emocional en la piedra, creando una obra que no solo narra un mito, sino que evoca la injusticia, el honor y el sacrificio con una potencia inigualable.

El Rapto de Políxena es, en última instancia, una obra que celebra la capacidad del arte para capturar los momentos más intensos del destino humano. Colocada en un museo al aire libre, compitiendo con los gigantes del pasado, la obra de Pio Fedi demuestra que el espíritu del drama y la pasión, nacido en la antigua Grecia y revivido en el fervor de los siglos, seguía más vivo que nunca en el mármol de la Italia del siglo XIX, sirviendo como un nexo entre el pasado legendario y el renacimiento artístico de la Florencia moderna.

LA OBRA

El Rapto de Políxena
Artista: Pio Fedi
Material: Mármol
Fecha: 1860-1865
Ubicación: Loggia dei Lanzi, Piazza della Signoria, Florencia, Italia