En los días antiguos, cuando los dioses caminaban sobre la Tierra y el destino de los hombres se tejía en los cielos, Andrómeda, hija de la reina Casiopea, fue condenada por la soberbia de su madre. Casiopea había osado jactarse de que su belleza superaba a la de las Nereidas, ninfas del mar y favoritas de Poseidón. Ofendido por tal insolencia, el dios de los mares envió a Cetus, un monstruoso ser marino, a devastar las costas del reino de Etiopía. Desesperados, el rey Cefeo y Casiopea consultaron al oráculo, quien dictaminó que la única forma de apaciguar la furia del dios sería sacrificar a su hija Andrómeda, atándola a una roca en la orilla del mar como ofrenda a Cetus.
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La pintura Danaë de Antonio da Correggio, creada alrededor de 1531-1532, es una obra maestra que encarna el virtuosismo del renacimiento italiano y ofrece un fascinante vistazo a la combinación de sensualidad, técnica y simbolismo. Esta pintura es una de las obras más célebres de Correggio y muestra su habilidad en la representación de la luz y el color, así como su destreza en la captura de la figura humana. La obra muestra a Danaë, una figura mitológica, en una pose reclinada sobre un lujoso colchón de cojines y telas. Ella está parcialmente desnuda, con su cuerpo iluminado por una luz dorada que acentúa sus formas y crea un contraste dramático con el fondo oscuro.
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