Aurora, la diosa del amanecer, era conocida por su resplandeciente belleza y su conexión con la luz del nuevo día. Sin embargo, a pesar de su divinidad, Aurora no estaba exenta de las pasiones que a menudo envuelven a los dioses. Un día, Aurora se enamoró perdidamente de un joven mortal llamado Titono, un príncipe troyano conocido por su extraordinaria belleza. Este amor era tan intenso que Aurora no podía soportar la idea de verlo envejecer y morir, como todos los mortales. Así que, con el corazón lleno de esperanza, Aurora acudió a Zeus, el rey de los dioses, y le suplicó que le concediera a Titono la inmortalidad, para que pudieran estar juntos para siempre.
Zeus, conmovido por la petición de Aurora, accedió a concederle a Titono la inmortalidad. Sin embargo, en su prisa y su deseo por proteger a su amado, Aurora cometió un error fatídico: olvidó pedir también la eterna juventud para Titono.

Con el paso del tiempo, Titono se volvió inmortal, pero su cuerpo comenzó a envejecer. Su cabello se tornó gris, su piel se arrugó, y su fuerza lo abandonó. Aurora, al ver a su amado convertirse en una sombra de lo que una vez fue, sintió una profunda tristeza y arrepentimiento. Aunque Titono nunca moriría, estaría condenado a una eterna vejez, un destino que Aurora no había previsto.



Mientras Aurora se lamentaba por su error, Afrodita, la diosa del amor y la belleza, observaba desde su trono celestial. Afrodita, siempre celosa de su posición como la diosa más hermosa y amada, no podía soportar ver cómo Aurora había conquistado el corazón de Titono y se había atrevido a desafiar el curso natural de la vida y la muerte. Además, Afrodita sabía que Aurora había tenido otros amantes antes de Titono, lo que la enfureció aún más, viendo en ella una rival en el amor.

Así, Afrodita decidió castigar a Aurora por su audacia. La maldijo con una insaciable lujuria, condenándola a enamorarse eternamente de hombres mortales, sabiendo que nunca podrían estar juntos para siempre. Cada vez que Aurora se enamorara, su corazón se llenaría de un dolor agudo al saber que sus amantes estaban destinados a envejecer y morir, mientras ella continuaba brillando eternamente como la diosa del amanecer.

El castigo de Afrodita se convirtió en una carga dolorosa para Aurora, quien a partir de entonces vagó por el cielo, siempre en busca de un amor que nunca podría ser eterno, atrapada entre su deseo y la inevitabilidad de la pérdida. Así, la historia de Aurora y su castigo nos recuerda que incluso los dioses no están exentos de las consecuencias de sus deseos y acciones, y que el amor, aunque poderoso, puede ser tanto una bendición como una maldición.

Herbert James Draper, rey indiscutible del arte y esta, una de las obras más significativas del artista. Este gran pintor, prefería pintar leyendas griegas, y con maestría como ya hemos publicado en La Vida es Arte.

A primera vista esta pintura sobre Aurora, la puerta del Amanecer, parece representar una belleza orgullosa, aunque reflexiva, sin embargo, transmite la fascinación de Draper, incluso su obsesión, por la "destructiva sexualidad femenina". Aurora es acogedora y atractiva, magníficamente hermosa y orgullosa, pero también es divinamente poderosa. Castigada por Afrodita por atraer a Ares, Aurora fue condenada a ser inquieta y destructiva en su búsqueda de hombres jóvenes.

En los años futuros, Draper consideró pintar una escena de la historia del amor de Aurora por Tithonus, un mortal a quien se le concedió la inmortalidad sin la eterna juventud, transformado en un saltamontes después de que su belleza se desvaneciera. Las rosas desechadas que caen en el suelo a los pies de Aurora se refieren a su pasión inagotable, y las flores parásitas de enredadera en su cabello también aluden a su deseo estrangulador y obsesivo. Es como las sirenas: bella, erótica, insaciablemente voraz, y nunca capaz de vivir felizmente en compañía de hombres. Aurora incluso estaba preparada para hipnotizar y violar a sus amantes mientras dormían para satisfacer su hambre sexual. Las mujeres fatales de Draper simultáneamente solicitan y repelen, atraen y advierten, desean y desprecian.

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El artista podría haber querido decir que la pintura significa eso, pero las rosas pueden significar muchas cosas, incluyendo lo obvio: las rosas, como el amanecer, tienen una frágil belleza evanescente, pero regresa en el ciclo del tiempo. Sí, podría estar buscando a su próxima víctima, pero también podría estar mirando hacia el nuevo día, ya que, después de todo, es el amanecer: La Aurora.


La Diosa romana Aurora o Eos, representada por el artista, era en la mitología griega la hermana de Helios (el Sol) y Selene (la Luna); salía todos los días de su hogar al borde el océano para anunciar a su hermano Helios el Sol, quién avanzaba imponente en su carro de fuego. Aurora fue condenada a una vida promiscua en busca de hombres jóvenes, y como las Sirenas: hermosa, erótica y voraz, nunca puede obtener la felicidad al lado de un hombre.Tuvo varios hijos: los vientos del norte, del sur, este, y oeste y según el mito, las lágrimas que derrama mientras vuela a través del cielo llorando por uno de sus hijos que fue asesinado conforman el rocío de la mañana.

Según la Iliada de Homero, su toga de color azafrán estaba bordaba con flores.
"Eos, de azafranado velo, se levantaba de la corriente del Océano para llevar la luz a los dioses y a los hombres, cuando Tetis llegó a las naves con la armadura que Hefesto le entregara".

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LA OBRA

Las puertas del amanecer
Herbert James Draper
1900
Óleo sobre lienzo.
198 x 101 cm
Ubicación: Royal Academy of Arts. Londres