Son muchos los mitos existentes sobre Cleopatra, la gran reina del Nilo. Pero ya sabemos cómo es la gente, repite cosas, que escuchó con un teléfono descompuesto y le agrega sus propios condimentos para hacer más atractivo su relato, en resumen, la historia final dista mucho de la original, pasa ahora y paso antes, y así se generan mitos y leyendas.
Ahora bien, Cleopatra VII fue la última regente de la dinastía Ptoloméica, que gobernó Egipto luego de la conquista de Alejandro Magno. Su familia vivió en este país africano por 300 años y, aunque eso podría hacernos pensar que su nacionalidad era efectivamente la egipcia, para los egipcios era una extranjera.
Si bien el origen del nombre de Cleopatra es griego, eso no significa que ella lo fuera, la familia de Cleopatra era descendiente del general macedonio Ptolomeo, que había obtenido Egipto en el reparto después de la muerte de Alejandro. Pero pasaron 250 años antes de que naciera Cleopatra, es decir, 12 generaciones, con todos sus enredos amorosos. Hoy se sabe que al menos un niño de cada 10 no es hijo biológico del padre que lo cría como propio. La población de Egipto incluía a personas de diferentes etnias y naturalmente eso incluía a los africanos, ya que Egipto es parte de África. Así que no es del todo improbable que mucho antes de que Cleopatra naciera, su herencia griega se hubiera mezclado con otras. Además, como no se sabe cual es la identidad de su propia abuela, no se puede conocer su identidad racial.
Si bien ya hemos contado historias sobre Cleopatra en La Vida es Arte, un mito muy difundido es que poseía una belleza impresionante, casi legendaria, sin embargo de acuerdo con las efigies que figuran en las monedas romanas que Marco Antonio comisionó a su imagen, su aspecto era bastante ordinario, pero, además de todo lo que llevaba encima en joyas y vestidos, el atractivo de Cleopatra, pasaba por otro lado: era dueña de un gran intelecto. Ella fue una mujer muy educada. Alejandría era una ciudad moderna, donde se encontraba la biblioteca más completa de su era y se reunían los hombres con las mentes más brillantes, muchos de los cuales fueron sus maestros. Hablaba múltiples idiomas y lideró ejércitos con apenas 21 años, por lo tanto, aunque tuviera una belleza legendaria, despertaba otro tipo de pasiones.
Igualmente el romance también fue parte de la vida de Cleopatra, sin ir más lejos, el que tuvo con Julio César, este último permaneció más tiempo del que pensaba en Egipto, no tanto por la Reina, sino por su fascinación por la cultura de Egipto, algo que se vio reflejado a su regreso a Roma, ya que realizó importantes cambios en la metrópoli: reformó el calendario, realizó un censo, hizo planes para construir una biblioteca pública y propuso muchos proyectos de infraestructura, proyectos inspirados en el Egipto de Cleopatra.
El que si cayó redondito al ver a la muchacha fue Marco Antonio, que se enamoró a primera vista de Cleopatra. Aunque, dicen las malas lenguas, que en realidad no fue nada de primera vista, Marco Antonio y Cleopatra ya se conocían. Luego del asesinato de César, Marco Antonio volvió a Egipto, junto a Augusto el heredero de César, solicitando su ayuda para vengarlo y fue justamente allí cuando comenzaron su polémico romance del cual nacieron tres niños, sus gemelos: Alejandro Helios (Sol) y Cleopatra Selene (Luna) y Tolomeo Filadelfo, pobre niño... En fin...
Al nombre de Cleopatra generalmente se lo asocia con ambición, intrigas, asesinato e incesto. Luego de una vida turbulenta, no podía faltarnos el habitual final trágico...
Cleopatra, a la que Octavio Augusto pretendía llevar a Roma como botín de guerra, se enteró de la muerte de su amor y quiso dejarse morir, quebrada por el dolor del amor perdido, pero el instinto de supervivencia de la Reina de Egipto era superior a sus deseos, intentó entonces, una última jugada, seducir a Octavio, como ya había hecho previamente con Julio César y Marco Antonio. Pero Cleopatra, negándose a la humillación de enfrentar el triunfo de Octavio, se vistió con sus mejores galas, y luego de ordenar que su cuerpo fuese sepultado junto al de Marco Antonio se quitó la vida cumpliendo con el procedimiento ritual egipcio de hacerse morder por un áspid, una peligrosa cobra egipcia. Corría la mitad del mes de agosto del año 30.a.C. y Cleopatra aún no había cumplido los cuarenta años de edad.v
Volviendo a su aspecto, las esculturas tampoco dan muchas pistas sobre su belleza: hay dos o tres cabezas en el estilo clásico y varias estatuas de cuerpo entero en estilo egipcio, pero en todas se la ve bastante diferente.
Una de ellas es la magnifica obra que de la reina egipcia hizo el artista florentino Girolamo Masini. Aunque Masini no fue uno de los mas conocidos escultores de la generación de artistas que reactivó la corriente neoclásico del que Antonio Canova había sido la gran figura, sí tuvo su prestigio pues llegó a dar clases en la Academia de San Luca, de Roma, donde enseñó a alumnos que destacarían posteriormente.
Cleopatra no fue una escultura pública pero sí una para las que además es conocido. Masini quiso representar uno de los últimos momentos de vida de la última reina de Egipto que, como dijimos anteriormente, decidió suicidarse dejándose morder por una serpiente. El escultor quiso esculpir uno de estos últimos instantes de Cleopatra al que representó como una mujer joven y atractiva a la vez, capturando su estado de ánimo, obviamente melancólico, como corresponde a alguien que ha decidido poner fin a su existencia.
La obra, que luce una gran pureza de formas, igualmente idealiza a la reina, porque cuando Cleopatra decidió poner fin a su existencia tenía treinta y nueve años y Masini representa una mujer más joven y más bella de lo que en realidad fue, pues como dijimos anteriormente era una mujer que resultaba seductora por su exotismo y un fuerte carácter forjado por una existencia llena de desafíos.
La Obra:
Cleopatra
Autor: Girolamo Masini
1882
Escultura en mármol
Medidas 130 cm de altura
Galleria d’Arte Moderna di Roma Capitale
Roma. Italia
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