Era una época de héroes y monstruos, de dioses caprichosos que jugaban con las vidas de los mortales como si fueran peones en un tablero cósmico. Yo era un guerrero, un hombre de coraje y fuerza, acostumbrado a enfrentar los peligros más temibles con valentía inquebrantable. Pero nada me había preparado para el horror que encontré en el camino hacia el santuario de Atenea.

La misión que me había sido encomendada era simple en su premisa pero peligrosa en su ejecución: traer de vuelta la cabeza de la Gorgona Medusa como prueba de mi valía ante el rey. Confiando en mi habilidad como guerrero, me adentré en el oscuro bosque que rodeaba el santuario, armado con mi espada y mi coraje. Pero incluso antes de que pudiera verla, sentí su presencia en el aire, como una sombra acechante que se cierne sobre mí.

Cuando finalmente la vi, fue como si el tiempo mismo se detuviera. Medusa, con su rostro de mujer y serpientes retorcidas, me miraba con ojos fríos y sin piedad. Me quedé paralizado, atrapado en su mirada petrificante mientras mi mente luchaba por comprender la realidad de lo que estaba presenciando. ¿Cómo podía algo tan hermoso ser tan monstruoso?

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El miedo se apoderó de mí entonces, un miedo tan profundo y penetrante que sentí que mi corazón se helaba en mi pecho. Pero también sentí una furia ardiente, una determinación feroz de no permitir que esta criatura me derrotara. Con un grito de guerra, me lancé hacia adelante, mi espada brillando en la luz del sol mientras luchaba por cortar las cabezas serpenteantes que se retorcían en la cabeza de Medusa.

La batalla fue feroz y sangrienta, un torbellino de acero y veneno mientras luchábamos por nuestra supervivencia. Pero a pesar de mi valentía y mi habilidad en la batalla, Medusa era una enemiga formidable, una criatura nacida del caos y la oscuridad que parecía invulnerable a mis ataques. Cada vez que intentaba acercarme, su mirada petrificante me detenía en seco, congelándome en el acto y dejándome vulnerable a sus mortales embestidas.

En un momento de desesperación, me di cuenta de que la única forma de derrotar a Medusa era enfrentarla sin mirarla directamente a los ojos. Con un esfuerzo supremo de voluntad, desvié la mirada, enfocando mi atención en sus movimientos en lugar de en su rostro. Fue entonces cuando vi la oportunidad que había estado buscando: un reflejo en mi escudo, un destello de luz que me permitió ver los movimientos de Medusa sin caer bajo el hechizo de su mirada.

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Con una rápida maniobra, esquivé sus ataques y encontré una abertura en su defensa. Con un grito de batalla, lancé mi espada hacia adelante, apuntando directamente al corazón de la criatura. El acero cortó el aire con un silbido mortal y se clavó profundamente en el pecho de Medusa, enviando una oleada de sangre negra que brotaba de la herida.

Medusa soltó un grito de agonía, un sonido aterrador que resonó en los confines del bosque. Sus serpientes retorcidas se agitaron con furia mientras luchaba por mantenerse en pie, pero sabía que su hora había llegado. Con un último esfuerzo, me acerqué a ella y corté su cabeza de un solo golpe limpio, separándola de su cuerpo y poniendo fin a su reinado de terror.

El bosque se llenó de un silencio sepulcral mientras sostenía la cabeza de Medusa en mis manos, sintiendo el peso de mi victoria sobre mis hombros. Pero incluso en ese momento de triunfo, no pude evitar sentir una punzada de compasión por la criatura que había sido condenada a una vida de sufrimiento y soledad. ¿Qué demonios habían llevado a una mujer tan hermosa a convertirse en un monstruo tan temido?

Con la cabeza de Medusa en mi poder, regresé al reino del rey, llevando conmigo la prueba de mi valía y mi coraje. La multitud me recibió con vítores y aplausos, celebrando mi victoria sobre la Gorgona como un triunfo para toda la humanidad. Pero en mi corazón, sabía que la verdadera historia de Medusa nunca sería contada, que su sufrimiento y su tragedia serían olvidados en las páginas de la historia.

Y así, la historia de Medusa, la mujer que había sido transformada en una criatura de pesadilla por los caprichos de los dioses, llegó a su fin. Aunque su destino había sido trágico y su vida había estado llena de sufrimiento y desgracia, su historia viviría en la memoria de aquellos que habían escuchado su historia, recordándoles la fragilidad de la humanidad y la crueldad de los dioses.

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LA OBRA

Amleto Cataldi
Medusa
1882-1930