Cuando los dioses caminaban entre mortales y los mares rugían con furia, se tejía una historia de amor, coraje y tragedia que resonaría a través de los tiempos: la leyenda de Andrómeda. Andrómeda era una princesa de la tierra de Etiopía, hija de los reyes Cefeo y Casiopea. Su belleza rivalizaba con la de las diosas mismas, pero su futuro estaba destinado a ser marcado por la desdicha y el peligro.

La soberbia de Casiopea, madre de Andrómeda, la llevó a proclamar que su hija era más hermosa que las nereidas, las hijas del dios del mar, Poseidón. Esta afrenta enfureció a Poseidón, quien envió a un monstruo marino, una terrible serpiente marina conocida como Ceto, para castigar a la ciudad de Etiopía.

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Desesperado por salvar su reino, el rey Cefeo consultó al oráculo, quien reveló que solo el sacrificio de su amada hija Andrómeda podría calmar la ira de Poseidón y salvar a su pueblo.

Con el corazón roto pero lleno de coraje, Cefeo ató a Andrómeda a una roca en la costa, como ofrenda al monstruo marino. Allí, Andrómeda esperó su destino con valentía, con el rugido del mar como su única compañía y la certeza de la muerte inminente.

Sin embargo, en medio de la oscuridad y el peligro, surgió un héroe destinado a cambiar el curso del destino. Perseo, el valiente hijo de Zeus y Dánae, volaba sobre el mar con sus alas de plumas de Hermes, cuando vio a la desamparada Andrómeda atada a la roca.

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Conmovido por su belleza y su sufrimiento, Perseo se comprometió a salvar a Andrómeda y derrotar al monstruo marino. Con la cabeza de Medusa, que había cortado previamente, convirtió a la criatura en piedra y liberó a la princesa de su cautiverio.

La salvación de Andrómeda a manos de Perseo fue el comienzo de una historia de amor épica. Impulsados por el destino y unidos por el coraje, se prometieron el uno al otro en matrimonio y partieron juntos en una vida llena de aventuras y glorias.

La leyenda de Andrómeda y Perseo se convirtió en un símbolo de amor y valentía, un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, el coraje y el amor verdadero pueden prevalecer sobre el destino más desafiante. Su historia resonaría a través de las eras como un tributo eterno al poder del amor para conquistar incluso a las fuerzas más terribles de la vida y la naturaleza.

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Andrómeda, la princesa mortal, fue elevada a las alturas del firmamento por los mismos dioses que la salvaron del monstruo marino. Allí, su belleza se inmortalizó en la brillante constelación que lleva su nombre, una obra maestra celestial que brilla con una luz eterna.

Junto a ella, en el vasto lienzo del cielo, se encuentra la constelación de Perseo, el héroe valiente que la rescató de su destino trágico. Unidos en el cosmos, Andrómeda y Perseo danzan eternamente en un baile celestial de amor y destino, recordándonos que incluso en la oscuridad más profunda, el amor verdadero puede iluminar el camino hacia la redención y la gloria.

La constelación de Andrómeda, con su belleza etérea y su historia épica, sigue siendo un faro de esperanza y un recordatorio de los inquebrantables lazos del amor y la valentía que trascienden el tiempo y el espacio. En el firmamento nocturno, su historia vive para siempre, brillando con la misma intensidad que el amor que une a las almas destinadas a encontrarse en las estrellas.

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Varios artistas se animaron a representar este tema, uno de ellos fue Domenico Guidi. El tema de este espectacular grupo de mármol es Andrómeda. Se representa el momento en que la doncella ve por primera vez a su salvador en el aire y fija sus ojos en él, con la palma abierta expresando sorpresa. Su cabello revoloteando puede reflejar la lectura que hace el escultor de una fuente popular de este mito, las Metamorfosis de Ovidio: "salvo que su cabello se agitaba suavemente con la brisa y las cálidas lágrimas corrían por sus mejillas, él [Perseo] habría pensado que era una piedra de mármol". Si bien este pasaje literario ha inspirado a escultores, ha sido representado con mayor frecuencia por pintores, incluidos Tiziano  y Annibale Carracci 

LA OBRA

Andrómeda y el monstruo marino
Domenico Guidi
1694
Mármol
Dimensiones: 163,5 x 117,8 x 87,9 cm