Me llamo Euthymia, nací y crecí en Tarento, una ciudad griega situada en el sur de Italia, conocida por su rica historia y cultura. Mi vida cambió radicalmente un día en que mi familia decidió que debía casarme con un hombre al que apenas conocía. Nunca imaginé que este arreglo conduciría a una tragedia que sería recordada durante generaciones.

Desde pequeña, fui instruida en las artes y las ciencias. Mi padre, un comerciante de éxito, se aseguraba de que tuviera acceso a los mejores tutores. Aprendí a tocar la lira y a recitar a los poetas clásicos. Mi madre, por otro lado, me enseñó las virtudes de la paciencia y la obediencia, cualidades que serían puestas a prueba a lo largo de mi vida.

A los dieciséis años, mi padre anunció que había arreglado mi matrimonio con Lysias, un joven de una familia influyente de nuestra ciudad.

No conocía mucho de él, salvo que era apuesto y que su familia era rica. Acepté el compromiso con la resignación que se esperaba de una hija obediente, aunque en mi corazón ansiaba un amor verdadero.

La boda se celebró con gran pompa. Recuerdo el día claramente: el sol brillaba en el cielo despejado, y el mar, siempre presente en nuestra ciudad, se extendía como un inmenso espejo azul. Caminé hacia el altar con un vestido blanco, adornado con perlas y bordados dorados. A pesar de la belleza del evento, sentía una profunda tristeza y un vacío en mi corazón.

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Lysias resultó ser un esposo amable, pero distante. Rara vez hablábamos más allá de lo necesario y nuestras interacciones eran formales y frías. Con el tiempo, me resigné a esta vida, buscando consuelo en la compañía de mis amigos y en las actividades que llenaban mis días.

Todo cambió cuando conocí a Cleon, un joven filósofo que llegó a Tarento buscando apoyo para sus estudios. Lo conocí en una reunión social, y desde el primer momento, quedé cautivada por su inteligencia y su pasión por el conocimiento. Empezamos a conversar sobre filosofía, literatura y los misterios de la vida, y poco a poco, nuestras charlas se volvieron más personales e íntimas.

Pronto, Cleon y yo estábamos enamorados. Nos encontrábamos en secreto en los jardines de mi casa, lejos de las miradas curiosas. En esos momentos, me sentía verdaderamente feliz, como si finalmente hubiera encontrado a alguien que comprendiera y compartiera mis sueños y deseos.

Sin embargo, nuestro amor estaba destinado a la tragedia. Mi marido descubrió nuestra relación y, enfurecido, decidió castigarme de la manera más cruel posible. Una noche, fui secuestrada por los hombres de Lysias y llevada a un barco. No sabía a dónde me llevaban, pero el terror llenaba mi corazón.

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El barco navegó durante días. Finalmente, llegamos a una isla desierta. Fui abandonada allí, sola y sin esperanza. La desesperación me envolvió, pero mi amor por Cleon y mi deseo de sobrevivir me dieron fuerzas para luchar. Busqué alimento, construí un refugio y, poco a poco, aprendí a sobrevivir en ese entorno hostil.

Pasaron meses y luego años. Cada día, miraba al horizonte, esperando ver un barco que pudiera rescatarme. Pero nadie venía. La soledad era abrumadora, pero me aferré a los recuerdos de Cleon y a la esperanza de que algún día volveríamos a estar juntos.

Un día, mientras recolectaba frutas en la selva, escuché un ruido inusual. Corrí hacia la playa y vi un barco acercándose. Grité y agité los brazos, tratando de llamar su atención. Para mi alivio, el barco se detuvo y sus tripulantes me rescataron.

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El capitán del barco, un hombre bondadoso llamado Thales, me llevó de regreso a Tarento. A mi regreso, descubrí que mi familia creía que había muerto y que Lysias había desaparecido misteriosamente poco después de mi desaparición. La ciudad estaba llena de rumores, pero nadie sabía la verdad.

Busqué a Cleon y lo encontré, tan destrozado como yo por nuestra separación. Nos abrazamos y lloramos juntos, aliviados de estar finalmente reunidos. Decidimos comenzar una nueva vida juntos, lejos de Tarento y de los recuerdos dolorosos de nuestro pasado.

Nos establecimos en Atenas, donde Cleon continuó sus estudios y yo me dediqué a enseñar música y poesía. Construimos una vida llena de amor y comprensión, lejos de los prejuicios y la crueldad que tanto habíamos sufrido.

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LA OBRA:

La Joven Tarantina
Alexandre Schoenewerk
1871
Mármol
Altura 74,0; L 171,0 ; P.68,0 cm.