Hoy en esta obra del escultor suizo-francés James Pradier hace su aparición un imponente Sátiro, que para algunos aspectos de su obra, pertenece al estilo neoclásico que dominaba Francia a principios del siglo XIX. Este acabado neoclásico de sus obras estuvo marcado en muchos casos por una evidente carga erótica que otorgó a muchos de los temas mitológicos que representaba. Es el caso de la escultura Sátiro y Bacante, que causó un gran escándalo cuando la presentó en el Salón de 1834 hasta el punto que el gobierno rehusó su adquisición y fue el conde Anatole Demidoff quien la compra y se la lleva a su palacio en Italia. Una de las causas del escándalo, a parte de la escena que se representa, es que muchos quisieron reconocer en las figuras los rasgos del propio escultor y de su amante Juliette Drouet. En efecto, se cree reconocer a Juliette quién era en aquella época modelo asidua de Pradier. Incluso tuvieron una hija que murió joven. Posteriormente Juliette Drouet llegó a ser amante del escritor Víctor Hugo. Esta identificación se reforzó aún más teniendo en cuenta que terminó comprando la escultura, el conde Demidoff, que había obtenido también los favores de la modelo. Una chica movediza.
En cuanto al sátiro, aunque algunos lo identificaron como un autorretrato crítico del escultor, no recuerda demasiado la cara de Pradier y parece más bien que está basado en modelos antiguos. En la obra vemos una Bacante coronada con hojas de vid mientras parece abandonar sus sentidos a los brazos del sátiro que la descubre. Las bacantes eran mujeres griegas adoradoras del dios Baco, conocido también como Dionisio o Bromio. A veces se las confunde con las ménades, que eran las ninfas que le servían. La escultura desprende un erotismo carnal que causó el escándalo mencionado cuando fue expuesta en el Salón, aunque la obra aparecía en una pequeña sala aparte, pero ni así pasó desapercibida.
Esta escultura anuncia la ruptura con el romanticismo porque ya no tienen que ver con él la fuerza bruta y la sensualidad que representa ni tampoco la cara de la bacante está idealizada, al contrario, Pradier detalla minuciosamente cada pliegue de la piel. Por eso los detalles son naturalistas y añaden una sensualidad que está alejada de la belleza ideal griega. Su visión en directo no deja indiferente porque está hecha a tamaño natural y detalles como el realismo de la piel de la espalda de la bacante sobre el muslo peludo del sátiro o el pie humano de la chica junto a la pezuña de él, crean unos contrastes sorprendentes. Pero claro nada como disfrutar estos contrastes en directo, para ello hay que viajar a París ya que se encuentra expuesta en el Museo del Louvre.
LA OBRA
Sátiro y Bacante
Autor: James Pradier
1834
Ubicación: Museo del Louvre