El rapto de Proserpina

La historia del secuestro de Perséfone es más una historia sobre Deméter que sobre su hija Perséfone, la violación de Perséfone tenía terribles antecedentes familiares, comenzando con la relación de su madre Deméter con uno de sus hermanos, el padre de su hija, Zeus, rey de los dioses, quien se negó además a intervenir para ayudar, al menos de manera oportuna a la niña. Deméter, diosa de la tierra y el grano, como ya hemos contado en La Vida es Arte, era hermana de Zeus, así como de Poseidón y Hades.

Debido a que Zeus la traicionó por su participación en la violación de Perséfone, Deméter dejó el monte Olimpo para vagar entre los hombres. Por lo tanto, aunque un trono en el Olimpo era su derecho de nacimiento, Deméter a veces no se cuenta entre los olímpicos. Este estatus "secundario" no hizo nada para disminuir su importancia para los griegos y romanos. El culto asociado con Deméter, los misterios de Eleusis, perduró hasta que fue suprimido en la era cristiana.

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Ahora bien, Deméter y Zeus son los padres de Perséfone. La relación de Deméter con Zeus no siempre había sido tan tensa como ahora: él era el padre de Perséfone, por difíciles que sean las circunstancias.

Perséfone creció hasta convertirse en una hermosa joven que disfrutaba jugando con las otras diosas en el monte Aetna, en Sicilia. Allí se reunian y disfrutaban de las hermosas flores. Un día, un narciso llamó la atención de Perséfone, así que lo arrancó para ver mejor, pero cuando lo sacó del suelo, se formó una grieta... Alguien la observaba.

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Demeter estaba realizando tareas y no estaba prestando atención a su hija. Después de todo, Perséfone había crecido. Además, Afrodita, Artemisa y Atenea estaban allí acompañándola, o eso suponía Deméter. Sin embargo, cuando la atención de Deméter volvió a su hija, la joven doncella (Kore en griego) había desaparecido.

¿Pero dónde estaba Perséfone? Afrodita, Artemisa y Atenea no sabían lo que había pasado, había sido tan repentino... En un momento estaba allí y al siguiente no.

Deméter estaba fuera de sí por el dolor. ¿Estaba su hija muerta? ¿Secuestrada? ¿Qué había sucedido? Nadie parecía saber. Así que Deméter vagó por el campo en busca de respuestas.

Después de 9 días y noches, buscando a su hija y evidenciando su ira al incendiar la tierra al azar; la diosa de tres caras Hécate le dijo a la angustiada madre que si bien había escuchado los gritos de Perséfone, no había podido ver qué había pasado. Entonces Deméter le preguntó a Helios, el dios del sol; tenía que saberlo, pues ve todo lo que sucede sobre el suelo durante el día... Helios le dijo a Deméter que Zeus le había entregado su hija a "El Invisible" (Hades) como su novia y que éste, se había llevado a Perséfone a su casa en el Inframundo.

¿Es posible que el rey de los dioses, se había atrevido a entregar a Perséfone a Hades, el señor oscuro del inframundo, a espaldas de ella? Imagínese la indignación de Deméter ante esta revelación. Cuando el dios del sol Helios, insinuó que Hades podría ser una buena pareja para la chica, fue la gota que derramó el vaso.

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La rabia pronto se convirtió en un gran dolor, luego la depresión, lo que derivó en que Demeter ni siquiera podía pensar en hacer su trabajo, y dado que la diosa no estaba proporcionando comida, pronto nadie comería. Ni siquiera Deméter. El hambre golpearía a la humanidad.

No ayudó cuando el tercer hermano de Deméter, el señor del mar, Poseidón, la atacó mientras deambulaba por Arcadia. Allí intentó violarla. Una familia destruída... Demeter intentó salvarse convirtiéndose en una yegua que pastaba junto con los otros caballos. Desafortunadamente, Poseidón reconoció fácilmente a su hermana, incluso en su forma de yegua, y así, como un semental, Poseidón violó a Deméter. Si alguna vez la diosa había pensado en volver a vivir en el Monte Olimpo, este fue el factor decisivo para desistir.

Ahora bien, Deméter no era una diosa sin corazón. Esta deprimida, pero a pesar de todo no deseaba vengarse. Esperaba tener mejor suerte entre los mortales, así es que tomó la apariencia de una anciana cretense para ocultarse entre ellos y comenzar de nuevo.

Cuando Deméter llegó a Ática, con su aspecto de anciana decrépita, estaba sedienta, le dieron agua para beber y se tomó el tiempo para saciar su sed. Cuando se detuvo, un espectador, Ascalabus, se estaba riendo de la anciana. Dijo que no necesitaba una taza, sino una tina para beber. Deméter, hastiada de todo y todos se sintió insultada, por lo que arrojando agua a Ascalabus, lo convirtió en un gecko, una especie de pequeña lagartija.

Luego, Deméter continuó su camino.

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Al llegar a Eleusis, se sentó junto a un viejo pozo donde comenzó a llorar. Cuatro hijas de Celeus, el señor del lugar, la invitaron a conocer a su madre, Metaneira. Esta última quedó impresionada con la anciana y le ofreció el puesto de cuidadora de su hijo pequeño. Demeter aceptó.

A cambio de la hospitalidad que le habían brindado, la diosa quería brindar un servicio a la familia, por lo que se dispuso a inmortalizar al bebé mediante el procedimiento habitual con fuego y ambrosía. Esto habría funcionado si es que Metaneira no hubiera espiado a la vieja esa noche mientras suspendía al bebé ungido con ambrosía sobre el fuego.

La madre gritó espantada, Deméter, sorprendida e indignada, bajó a la niña, y no realizó el tratamiento, luego se reveló en toda su gloria divina y exigió que se construyera un templo en su honor donde enseñaría a sus adoradores sus ritos especiales.

Después de la finalización del templo, Deméter continuó residiendo en Eleusis, sufriendo por su hija y negándose a alimentar la tierra con el cultivo de cereales. Nadie más podía hacer el trabajo, ya que Demeter nunca le había enseñado a nadie los secretos de la agricultura.

Zeus, sabía que tenía que hacer algo para aplacar a su furiosa hermana Deméter y que todo volviera a la normalidad. Cuando las palabras tranquilizadoras no funcionaron, como último recurso, Zeus envió a Hermes al Hades para traer a la hija de Deméter a la luz. Hades acordó dejar que su esposa Perséfone regresara, pero primero, le ofreció a Perséfone una comida de despedida.

Perséfone sabía que no podría comer en el inframundo si alguna vez esperaba regresar a la tierra de los vivos, por lo que había observado ayuno con disciplina, pero Hades, su futuro esposo, era tan amable que finalmente cedió. Así, Perséfone, perdió la cabeza por un segundo, el tiempo suficiente para comerse una semilla de granada o diez da igual. Aunque quizás Perséfone no perdió la cabeza y sólo se había encariñado con su implacable marido, eso del Síndrome de Estocolmo que le dicen. En cualquier caso, de acuerdo con un pacto entre los dioses, el consumo de alimentos garantizaba que a Perséfone se le obligaría a regresar al inframundo con Hades.

Y así se acordó que Perséfone podría estar con su madre Deméter durante dos tercios del año, pero pasaría los meses restantes con su esposo. Al aceptar este compromiso, Deméter acordó dejar que las semillas brotaran de la tierra todo el año, con excepción de tres meses, el tiempo conocido como invierno, cuando la hija de Deméter, estaba con el señor oscuro.

La primavera entonces regresó a la tierra y volvería a hacerlo cada año, cuando Perséfone regresara con su madre.

Para mostrar aún más su buena voluntad hacia el hombre, Deméter le dio a otro de los hijos de Celeus, Triptólemo, el primer grano de maíz y lecciones de como arar y cosechar. Con este conocimiento, el hombre viajó por el mundo, difundiendo la agricultura.

Bernini realizó El rapto de Proserpina entre 1621 y 1622. Aunque este escultor nacido en Nápoles tan solo tenía 23 años en ese entonces, ya tenía éxito como un artista en ciernes. La Basílica de San Pedro, su obra maestra arquitectónica, no sería construida hasta 40 años después; sin embargo, Bernini ya era muy popular gracias a cuatro de sus piezas más famosas: David; Eneas, Anquises y Ascanio; Apolo y Dafne; y por supuesto, El rapto de Proserpina.

Con una altura de 2.25 metros, la pieza está tallada en mármol de Carrara, un material proveniente de la Toscana y utilizado históricamente por los antiguos constructores romanos y, más recientemente, por los artistas renacentistas y manieristas. La suavidad de este mármol de alta calidad era ideal al estilo de Bernini, ya que el “se enorgullecía de poder darle al mármol la apariencia de carne“. Y vaya que lo lograba.!

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