Esta historia comienza con una princesa de nombre Mirra, quien se negó a honrar a la diosa Venus. La diosa, ni lerda ni perezosa, la castigó por ello. Mirra se enamora de su padre Ciniras, rey de Siria, y se une a él. Cuando él se da cuenta de lo que ha pasado, trata de matarla, pero ella escapa. Para salvarla, los dioses la convierten en un árbol de mirra. De esta unión incestuosa nació Adonis, precisamente del tronco del árbol en el que se había convertido su madre, lo que lo vincula profundamente con la naturaleza.
Venus, sucumbió a la belleza de Adonis y decidió recogerlo y encomendarlo a Proserpina, para que lo criara. Ya hemos hablado de ella en La Vida es Arte, la misma que entregó, a pedido de Venus, una caja con algo de su belleza, pero que resultó ser una trampa para Psique, quien quedó dormida en el Hades por los vapores estigios que surgieron de ella.

Ahora bien, como tanto Venus como Proserpina estaban enamoradas de Adonis, Júpiter tuvo que intervenir. El deseado muchacho tuvo que compartir su tiempo entre ambas diosas: dos tercios con Venus y el tiempo restante con Proserpina.

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Pasó el tiempo… Un día, Adonis, mientras cazaba, es herido gravemente por un jabalí y muere. Este jabalí puede haber sido enviado por la diosa Artemisa/Diana, o también por Marte, el amante de Venus. Y créanme, por menos de esto podían matar. Así que Marte es el primer sospechoso…

Cuando Venus lo encuentra muerto, obtiene de Júpiter el permiso para que el muchacho pueda pasar la mitad del año en el Infierno (otoño e invierno) y la otra mitad en la Tierra con ella (primavera y verano). Esto refuerza el vínculo de Adonis con el ciclo solar, las estaciones y la naturaleza.

Pero esta historia no solo ha sido contada en la mitología, sino que también ha sido inmortalizada en el arte. Un claro ejemplo es la escultura Venus y Adonis de Antonio Canova.

Canova, el maestro del neoclasicismo, capturó la escena con un equilibrio perfecto entre drama y belleza serena. Venus intenta detener a Adonis antes de que se marche, su cuerpo inclinado hacia él en un gesto de súplica. Sus formas son suaves, etéreas, con ese acabado casi marmóreo que hace parecer que la piel de los dioses podría cobrar vida en cualquier momento. Adonis, en cambio, parece decidido a partir, pero su mirada sugiere una lucha interna.

El perro de caza, un detalle característico, refuerza la idea del destino inevitable de Adonis. El realismo de los cuerpos, el movimiento fluido de las telas y la delicadeza de las expresiones hacen que esta obra sea una de las más emotivas del escultor. Canova no solo esculpe figuras, sino emociones, atrapando para siempre el amor y la tragedia de Venus y Adonis en un solo instante de mármol.

Así, la historia de Adonis sigue viva, en la mitología, en la escultura y en el arte que continúa inspirándonos hasta hoy.

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LA OBRA 

Venus y Adonis
Autor: Antonio Canova
Escultura: Marmol
Villa La Grange, Museo de Arte e Historia de Ginebra