En los rincones más remotos de los bosques antiguos y los paisajes exuberantes, donde los arroyos fluyen con gracia y los árboles susurran secretos ancestrales, habita un grupo de seres mágicos conocidos como las ninfas de los arroyos. Estas criaturas etéreas, nacidas de las aguas cristalinas y bendecidas por los dioses de las aguas, son guardianas de la pureza y la vitalidad de los arroyos que llaman hogar.

Las ninfas de los arroyos se deslizan entre los reflejos brillantes de la luz del sol, sus risas cristalinas se mezclan con el murmullo suave de las aguas que fluyen. Con sus cabellos ondeando como cascadas de plata y sus ojos brillando con la luminiscencia del agua en movimiento, estas criaturas seductoras son la personificación misma de la belleza natural y la gracia fluida.

Cada arroyo está presidido por una ninfa, una protectora y cuidadora de su propio reino acuático. Estas ninfas, conocidas por nombres que evocan la frescura y la vitalidad de las aguas que aman, se deleitan en la danza eterna de la vida que fluye a través de sus dominios. Desde el nacimiento de los manantiales hasta la unión con los ríos más grandes, las ninfas de los arroyos velan por cada gota de agua que pasa por sus manos.

Las ninfas de los arroyos son conocidas por su naturaleza juguetona y traviesa, y a menudo se las puede encontrar jugando y bailando entre los rápidos y remansos de los arroyos que llaman hogar. Se dice que su risa cristalina puede ser escuchada por aquellos que tienen el don de escuchar los susurros del mundo natural, una melodía que eleva el espíritu y nutre el alma.

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Sin embargo, las ninfas de los arroyos también son seres de profunda sabiduría y conocimiento ancestral. Se dice que poseen el don de la curación y la purificación, y aquellos que buscan su favor pueden encontrar sanación en las aguas que ellas protegen. Los viajeros sedientos y cansados a menudo buscan refugio en las orillas de los arroyos sagrados, donde las ninfas los reciben con gracia y los nutren con el elixir de la vida.

Pero así como las aguas pueden ser amables y generosas, también pueden ser feroces y despiadadas, y las ninfas de los arroyos no son inmunes a la ira de los dioses de las aguas. Cuando los ríos se desbordan y las tormentas azotan la tierra, las ninfas de los arroyos se alzan en defensa de sus dominios, desatando su furia sobre aquellos que amenazan su equilibrio natural.

A pesar de su naturaleza caprichosa y su poder indomable, las ninfas de los arroyos son guardianas benevolentes de la naturaleza, símbolos vivientes de la vitalidad y la belleza del mundo natural. En sus reinos acuáticos, el tiempo fluye como las aguas que aman, eterno y sin fin, y las historias de su gracia y su poder perdurarán mientras los arroyos sigan cantando su canción eterna. Muchos artistas crearon obras inspiradas en estas historias. Uno de ellos es Giovanni Bautista Lombardi y su escultura Ninfa o Náyade.

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La obra mezcla la simplicidad y armonía clásica con el sentimiento romántico. La joven, de facciones idealizadas, es captada en el momento de entrar en un arroyo de agua, casi desnuda. Mirando el agua debajo, muestra su diadema de perlas intrincadamente tallada centrada por una concha, lo que indica su origen mitológico. 

Al sentir el agua fría en los dedos de los pies, la niña parece vacilar, colocando su mano izquierda frente a su cuerpo, en una imitación del gesto de pudor que se ve en las Venus romanas. La armonía de la composición permite una apreciación completa en redondo; las trenzas onduladas y las formas gráciles de la niña crean una vista muy elegante.

Giovanni Batista Lombardi fue un escultor italiano que vivió entre 1823 y 1880. Se formó en Rezzato y Milán para mudarse a Roma en 1850. Aquí estudió en la Academia de Pietro Tenerani, uno de los principales seguidores de Thorvaldsen, y posteriormente trabajó en su taller.

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No tardó mucho tiempo en montar su propio estudio que compartió con su hermano pequeño Giovita. Giovanni Battista fue el más inspirado de los dos produciendo lindos bustos y esculturas conmemorativas y funerarias así como un montón de piezas religiosas y profanas. Distinguido por su habilidad por las composiciones, llegó a ser conocido por sus piezas sobre temas bíblicos en las que mezclaba clasicismo con naturalismo.

Este artista romántico destacó por sus figuras serenas realizadas en mármol como la que vemos en el encabezamiento, titulada Ninfa o Naiade. Fue una obra que le encargó la Signora Camilla Facchi Fé D'Ostiani y que Lombardi realizó en 1858, fue instalada en “las paredes de oro” de los baños del Palazzo Facchi de Brescia.

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La excelente técnica de Lombardi es visible en el mármol con unos rasgos y cabellos finamente tallados, y el trabajo de los pliegues de la ropa nos hablan del aire clásico que este escultor aprendió durante su estancia en Roma.

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LA OBRA

Náyade o Ninfa
Giovanni Bautista Lombardi
Mármol blanco, sobre base de mármol rojo veteado y mármol blanco
figura: 141 cm.
base: 49 por 40 por 40 cm.