En la vasta y antigua cosmogonía griega, los mitos sobre los dioses del tiempo están envueltos en un velo de misterio y confusión. Estos relatos, transmitidos a través de generaciones, han dejado una huella indeleble en la percepción humana del tiempo y su naturaleza. Entre estos mitos, el más conocido es el de Chronos, una deidad que personifica el tiempo mismo.
Chronos, según los antiguos, existió antes del Caos, antes de la creación del cosmos y de los primeros dioses. En el principio, cuando el universo era un vasto vacío, Chronos ya estaba presente, marcando el inexorable paso del tiempo. Este dios era una figura imponente, a menudo representada como un anciano de cabellos grises y barba larga, portando una guadaña y un reloj de arena. La guadaña simbolizaba su poder para segar vidas, mientras que el reloj de arena representaba la naturaleza finita del tiempo para todas las criaturas vivas y las cosas.
Chronos no era un dios que intervenía directamente en los asuntos de los mortales o de los dioses; más bien, su presencia era una constante, una fuerza invisible que gobernaba el flujo del pasado, el presente y el futuro. Los poetas y filósofos antiguos meditaban sobre su existencia, reflexionando sobre cómo el tiempo, aunque invisible e intangible, regía todos los aspectos de la vida y la muerte.
Sin embargo, la confusión surge cuando se menciona a Cronos (o Kronos), un titán cuya historia es igualmente fascinante pero distinta. Cronos, hijo de Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra), era uno de los titanes, una raza de poderosos seres predecesores de los dioses olímpicos. La historia de Cronos (Saturno) es una de traición y temor: temeroso de ser derrocado por uno de sus hijos, como él mismo había hecho con su padre, Urano, Cronos devoraba a sus hijos al nacer. Este acto de canibalismo aseguraba su permanencia en el trono, al menos por un tiempo.
La esposa de Cronos, Rea, desesperada por salvar a su último hijo, Zeus, ideó un plan. Engañó a Cronos dándole una piedra envuelta en pañales, que el titán tragó sin sospechar. Zeus fue ocultado y, al crecer, regresó para liberar a sus hermanos y derrocar a Cronos, estableciendo así la era de los dioses olímpicos. Esta narrativa de Cronos es oscura y violenta, centrada en el poder, el control y la inevitable caída.
La confusión entre Chronos y Cronos se debe, en parte, a la similitud de sus nombres y a la asociación de ambos con el tiempo. Cronos, el titán, representa el tiempo en un sentido mitológico de ciclos de poder y sucesión, pero no el tiempo como una fuerza abstracta y omnipresente.
En este laberinto de mitos aparece Aion, otro dios del tiempo, pero con un significado diferente. Aion simboliza el tiempo cíclico, la eternidad del universo, y la repetición constante de los eventos cósmicos. Aion es menos conocido y menos representado en el arte antiguo, pero su simbolismo es profundo. Mientras Chronos representa el tiempo lineal, que avanza inexorablemente hacia el futuro, Aion encarna el ciclo eterno, la renovación y el retorno perpetuo de las estaciones, los años y las eras.
Aion es a menudo representado con una rueda del Zodíaco, simbolizando el ciclo del tiempo que no tiene principio ni fin. Su imagen transmite la idea de que el tiempo es un ciclo continuo, donde los eventos y las existencias se repiten una y otra vez. En contraste, Chronos con su reloj de arena y su guadaña, personifica la finitud del tiempo y la mortalidad de los seres.
La existencia de Aion y Chronos refleja dos perspectivas distintas del tiempo en la antigua Grecia: una, el tiempo lineal que se despliega desde un pasado hacia un futuro desconocido, y la otra, el tiempo cíclico que eternamente vuelve sobre sí mismo.
Para añadir más complejidad a esta enmarañada mitología, algunos relatos antiguos sugieren que Chronos también podría ser identificado con Caronte, el barquero del inframundo. Caronte es la figura sombría que transporta las almas de los muertos a través del río Estigia hacia el reino de Hades. Esta identificación subraya la conexión entre el tiempo y la muerte, sugiriendo que Chronos, al igual que Caronte, es un guardián del umbral entre la vida y la muerte.
Así, los antiguos griegos ofrecieron a la humanidad una visión multifacética del tiempo, una visión que aún hoy nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestra existencia y el inexorable paso del tiempo.
En la obra, el dios Tiempo, le recorta las alas a Cupido, y deja en claro que sí bien el amor lo vence todo, finalmente el tiempo vence al amor. La imagen habla por sí misma, vemos el reloj de arena, indicando que el tiempo no se detiene, las flechas de Cupido están en el suelo sugiriendo que el amor ha caído derrotado por el tiempo. El amor no fuera para siempre.
LA OBRA
Tiempo recortando las alas de Cupido
Artista Pierre Mignard
Año 1694
Oleo sobre lienzo
Place Denver Art Museum