Pigmalion veía a las mujeres como criaturas defectuosas y juró nunca más perder un solo momento más de su vida con ellas. Se dedicó a su trabajo de manera obsesiva y a tiempo completo, creando obras en marfil con un talento sorprendente. Un día, de sus manos surgió Galatea, ese fue el nombre dado a una hermosa talla de una mujer en marfil. Era simplemente perfecta y quizás su obsesión con las imperfecciones en las mujeres de su vida lo llevó a intentar corregir en su obra los defectos que vio en las mujeres de carne y hueso.
Pigmalión trabajó durante tanto tiempo y con tanta inspiración en la escultura de Galatea, que se volvió más hermosa que cualquier mujer que haya vivido o que haya sido tallada.
Cuando concluyó, los rasgos de la mujer, eran tan sublimes que se enamoró profundamente.
Le traía regalos, la acariciaba, la besaba y le hablaba todos los días. Llegaba a casa con obsequios que pensaba que una mujer disfrutaría, como: bonitas cuentas, pájaros cantores, adornos y flores.
Vestía a la estatua con atuendos hermosos y cubría de anillos sus dedos, collares alrededor del cuello e incluso aretes. Sin embargo, era una gran ironía de la vida, que quien había despreciado a las mujeres, se enamorara de una que nunca podría ser recíproca a su amor.
Tal pasión no podía pasar desapercibida para la diosa del amor, Afrodita. Se compadeció del joven y, cuando Pigmalión fue a su templo a sacrificar un toro, Afrodita le hizo una señal. Mientras la ofrenda ardía en el templo, las llamas se dispararon una, dos, tres veces.
Pigmalion se fue a casa, preguntándose qué hacer con la manifestación que había visto, pero cuando entró en su estudio y vio a Galatea, todos sus pensamientos desaparecieron de su mente. Corrió hacia ella y la abrazó.
En un primer momento no lo notó, pero luego percibió que... ¿Parecía cálida al tacto, o era solo el calor residual de la puesta de sol lo que había calentado la piedra? El la beso, como habitualmente hacía.
¿Los labios de la estatua parecían suaves? Él dio un paso atrás sorprendido y la miró.
Su corazón se aceleraba cada vez más. Y si Afrodita... Recordó por un instante, las llamas del templo, ¿habrán sido una señal...?
Pero Afrodita había dado vida a la escultura!
La mente de Pigmalión oscilaba entre la duda y la alegría. Temiendo equivocarse, una y otra vez tocaba con ardor de amante el fruto de sus deseos y esperanzas.
¡Efectivamente estaba viva! Las venas cuando se presionaban cedian a sus dedos y nuevamente recobraban su forma.
Lentamente, Pygmalion se dio cuenta de que la animación de su escultura era el resultado de su oración a la diosa Afrodita, que conocía su profundo deseo. Por fin, el devoto de Afrodita encontró palabras para agradecerle. Pigmalión se humilló a los pies de la diosa.
Pronto Pigmalion y Galatea se casaron, y él nunca se olvidó de agradecer a Afrodita por el regalo que le había hecho.
La diosa bendijo esta unión de la nació un hijo llamado Paphos , de quien la ciudad homónima en Chipre (ciudad sagrada para Afrodita), recibió su nombre.
Pygmalion y Galatea trajeron regalos a su templo a lo largo de su vida y Afrodita los bendijo con felicidad y amor a cambio.
El insólito amor que floreció entre Pigmalión y Galatea cautiva a todos. Enamorarse de la creación de uno y luego obtener el objeto deseado como esposa, tal vez esto estaba destinado a Pigmalión.
Muchos fueron los artistas que a lo largo de la historia se inspiraron en este amor.
Uno de ellos fue Jean-Léon Gérôme, quien realizó esta serie sobre el tema.
LAS OBRAS
El final de la pose
Jean-Léon Gérôme
(1886)
óleo sobre lienzo
48,3 x 40,6 cm
Colección privada
Pigmalión y Galatea
Jean-Léon Gérôme:
Fecha hacia 1888
Dimensiones altura: 88,9 cm; ancho: 68,6 cm
Museo Metropolitano de Arte
Pigmalión y Galatea
Jean-Léon Gérôme
1890
Óleo sobre lienzo,
Dimensiones altura: 94 cm; ancho: 74 cm
Colección particular
El jugador de pelota
Jean-Léon Gérôme
(c 1902)
óleo sobre lienzo
61 x 50 cm
Musée Georges-Garret
Vesoul, Francia