Las enfermedades sexuales son tan antiguas como la humanidad. Aunque hoy en día la mayoría de las enfermedades de transmisión sexual son fácilmente tratables, alguna vez fueron totalmente incurables. Las víctimas soportaron carne podrida, la perspectiva de la locura y la probabilidad de muerte. Este lado más oscuro de la historia se refleja ampliamente en la historia del arte europeo, ya que los mecenas, los modelos y los propios artistas a menudo sufrían estas enfermedades espeluznantes y contagiosas.

¿Sabías que los lunares se usaban a menudo para ocultar las cicatrices de la viruela y las llagas de la sífilis? ¿O que las pelucas empolvadas eran para algunos, una forma de disfrazar la calvicie producida por una enfermedad venérea?

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Antes del descubrimiento de la penicilina en 1928, la sífilis era una enfermedad incurable. Sus síntomas eran tan aterradores como implacables. Quienes la padecían durante el tiempo suficiente podían esperar desarrollar úlceras cutáneas antiestéticas, parálisis, ceguera gradual, demencia y “nariz en silla de montar”, una deformidad grotesca que ocurre cuando el puente de la nariz se hunde en la cara.

La sífilis se convirtió en un tema central en la pintura europea. Un buen ejemplo de ello es: Una alegoría con Venus y Cupido de Agnolo Bronzino, que ya publicamos en La Vida es Arte y que explora el tema de la enfermedad sexual. Pero no fue el único caso y es que en el arte los mismos artistas eran víctimas de estas enfermedades y por tanto era parte de su vida y obra.

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El siglo XVII estuvo particularmente plagado de sífilis. Debido a su prevalencia, tanto médicos como cirujanos trataban a pacientes sifilíticos. Muchos tratamientos involucraron el uso de mercurio, dando origen al dicho: “Una noche con Venus, toda una vida con Mercurio”. El mercurio se podía administrar en forma de pomada, baño de vapor o pastillas. Desafortunadamente, los efectos secundarios eran tan dolorosos y aterradores como la propia enfermedad. Muchos pacientes que se sometieron a tratamientos con mercurio sufrieron pérdida extensa de dientes, ulceraciones y daños neurológicos. En muchos casos, las personas murieron a causa de una intoxicación significativa por mercurio y no por la enfermedad que buscaba tratar.

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Hoy en día, a pasar de las maravillas de la penicilina y otros tratamiento más modernos; siguen habiendo personas que todavía sufren de un miedo generalizado a las enfermedades venéreas. La cipridofobia lleva el nombre de la isla griega, Chipre, donde la leyenda dice que nació la diosa Venus. Aunque es raro, aquellos que lo padecen pueden al menos estar seguros de que 'una noche con Venus' no conduce a una 'vida con Mercurio' al menos en esta época.

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LA OBRA

Venus y Cupido
Frederic Leighton
Óleo sobre lienzo
Tamaño: 147.3 × 47.6 cm
Ubicación: Colección privada