Diodorus Siculus del siglo I a.C. entrega un relato desmitificado de Lamia, describiéndola como una reina de Libia que ordenó a sus soldados arrebatar a los niños de sus madres y matarlos, y cuya belleza dio paso a una apariencia bestial debido a su salvajismo. La reina, según relata Diodoro, nació en una cueva. Aristóteles por su parte, se refiere a la ciencia de algunos seres bestiales con forma de mujer, que desgarran el vientre de las madres embarazadas y devoran a sus fetos.
Según otro mito, Hera privó a Lamia de la capacidad de dormir, lo que la hizo llorar constantemente por la pérdida de sus hijos, y Zeus la alivió dotándola de "ojos extraíbles". También le dió la posibilidad para cambiar de forma en el proceso. Aunque se dice sobre esto, que la reina libia en estado de ebriedad era como si no pudiera ver, permitiendo a sus ciudadanos cualquier conducta sin supervisión, y dando lugar al mito popular de que extraía sus ojos y los colocaba en un recipiente.
También se la equipara con Hécate. La base de esta identificación son las maternidades variantes de scylla, a veces atribuidas a Lamia y a veces a Hécate.
En obras de Aristófanes aparece una lista de objetos malolientes que incluían los "testículos de Lamia", lo que hacía que el género de Lamia fuera ambiguo. Señalandose un mal olor como posible motivo o atributo común de los lamiai, además de los "testículos de lamia", el olor de los monstruos en el mito libio que permitía a los humanos rastrear su guarida, y el terrible hedor de su orina que permanecía en la ropa de aunque que se bañaran.
Lamia puede tener su origen en la mujer demonio mesopotámica Lamashtu.
LA OBRA
Lamia II
John William Waterhouse
1909
Óleo sobre lienzo