En esta pintura, Raphael retrata a la Virgen María con el Niño Jesús y San Juan Bautista niño, en una composición íntima y tierna. La Virgen, sentada en una silla, sostiene al Niño Jesús en su regazo mientras San Juan Bautista mira hacia ellos con devoción. La atmósfera es serena y llena de amor maternal.
La técnica de Raphael en esta obra es magistral, con pinceladas suaves que crean una sensación de delicadeza y calidez. Los colores son ricos y vibrantes, y la iluminación resalta las figuras centrales, creando un efecto de luminosidad celestial.
"La Madonna de la silla" es un ejemplo sobresaliente del talento de Raphael para capturar la belleza y la emoción en sus obras. Su influencia en la historia del arte es innegable, y su legado perdura hasta nuestros días como uno de los grandes exponentes del Renacimiento italiano.