Las Willis son las almas inquietas de mujeres que fallecieron con sus sueños de amor y matrimonio hechos añicos. En vida, fueron prometidas a jóvenes galanes que, por diversas razones, las abandonaron, ya sea por cobardía, infidelidad o tragedia. Al morir con el corazón lleno de dolor y desesperanza, estas jóvenes no pudieron encontrar descanso en la eternidad.
En cambio, se transformaron en seres espectrales, condenadas a vagar por los bosques y praderas en las noches de luna llena.
Vestidas con túnicas blancas y etéreas, las Willis flotan sobre el suelo, sus pies nunca tocan la tierra. Sus rostros pálidos y sus ojos llenos de tristeza cuentan la historia de su sufrimiento. Sin embargo, bajo su apariencia frágil, reside un poder aterrador. Las Willis poseen la capacidad de hechizar a los hombres, atrapándolos en un mortal baile de venganza. A través de su danza hipnótica, obligan a sus víctimas a bailar sin cesar, hasta que sus corazones ceden y sus vidas se extinguen.
En una noche oscura y silenciosa, cuando la luna llena se alza alta en el cielo y la niebla cubre la tierra como un manto, se dice que las Willis emergen de sus tumbas. Se reúnen en claros escondidos, donde su música fantasmal resuena en el aire. Aquellos desafortunados hombres que se aventuran por estos bosques en tales noches son atraídos por la música y los cantos melancólicos de las Willis. Una vez que están bajo el hechizo, no hay escapatoria.
Las Willis forman un círculo alrededor de su presa, sus manos delicadas y frías como el hielo se entrelazan. Con gracia sobrenatural, comienzan a bailar, sus movimientos sincronizados y etéreos. La víctima, atrapada en el centro, se ve obligada a seguir su ritmo, incapaz de resistir la magia que le consume. A medida que la danza se intensifica, la energía vital del hombre es drenada. Sus fuerzas flaquean, su corazón late con desesperación hasta que, finalmente, cae exánime al suelo, víctima de un amor no correspondido y una promesa rota.
Para las Willis, este ritual no es solo una venganza, sino también una búsqueda de justicia. En vida, fueron víctimas de promesas vacías y corazones infieles. En la muerte, buscan equilibrar las escalas del destino. Sin embargo, no todas las Willis son impulsadas únicamente por el deseo de venganza. Algunas anhelan la paz y la redención. Se dice que, en raras ocasiones, un hombre de corazón puro, que demuestra verdadero arrepentimiento o amor genuino, puede romper el hechizo y liberar a una Willa de su tormento eterno.
En el corazón de esta macabra asamblea, se encuentra Myrtha, la reina de las Willis. Majestuosa y autoritaria, Myrtha es la encarnación de su poder y su furia. Su figura alta y esbelta domina el círculo, y su voz es la que guía el ritual de la venganza. Ella misma fue traicionada en vida, y su dolor y rabia la han convertido en la líder indiscutible de estos espíritus. Myrtha no conoce la misericordia, y bajo su mando, los hombres no tienen esperanza de escapar del destino que les aguarda.
La leyenda de las Willis ha perdurado a lo largo de los siglos, transmitida de generación en generación. Los aldeanos, conscientes de los peligros que acechan en las noches de luna llena, cuentan estas historias para advertir a los jóvenes sobre los peligros de jugar con el amor y las promesas. Las Willis, con su triste belleza y su venganza inexorable, se han convertido en un símbolo del poder del amor y la traición, y de cómo el dolor puede trascender incluso la muerte.
En las noches más oscuras, cuando el viento sopla entre los árboles y la luna proyecta sombras inquietantes sobre la tierra, algunos aseguran haber visto a las Willis danzando en los claros. Su música fantasmagórica y su presencia etérea siguen siendo un recordatorio de su trágica historia. La leyenda de las Willis no solo nos habla del sufrimiento y la venganza, sino también de la búsqueda eterna de justicia y paz. En el corazón de cada Willa, late aún el anhelo de un amor verdadero y de una redención que solo la muerte puede traer.
Pintada el año de su debut en el Salón y expuesta en esa prestigiosa institución un año después, La Légende des Willis puede ser la obra más rara y evocadora de Hugues Merle.
La leyenda de los Willis (también Wilis) debe haber tenido resonancia entre los artistas y el público en 1847, la época en que Merle se enamoró del tema. Ataviadas con sus vestidos nupciales, con guirnaldas de flores en la cabeza y anillos brillantes en los dedos, las Wilis bailan a la luz de la luna como los Elfos; sus rostros, aunque blancos como la nieve, son hermosos en su juventud. Se ríen con alegría engañosa, te atraen de manera tan seductora, sus expresiones ofrecen perspectivas tan dulces, que estas bacantes sin vida son irresistibles.
Los vestidos diáfanos se arremolinan alrededor de los ágiles cuerpos de las mujeres mientras se deslizan silenciosamente desde todos lados, como fuegos fatuos, hacia el claro en el que realizarán su danza hipnótica y letal.
LA OBRA
La Leyenda de Willis
Hugues Merle
1847
óleo sobre lienzo