La historia de Hilas tiene un aire de tragedia interrumpida. Joven y noble, había acompañado a Heracles en la expedición de los argonautas en busca del vellocino de oro. Sin embargo, su destino lo apartaría de esta misión antes de tiempo. En una parada para beber agua en un manantial, el joven fue cautivado por ninfas acuáticas que, atraídas por su belleza, lo raptaron y lo llevaron consigo al fondo de las aguas, desapareciendo para siempre. Furini elige capturar este instante de atracción fatal, donde la sensualidad y el peligro se entrelazan en una danza envolvente.
En la escena, Furini despliega una composición dinámica y cargada de tensión emocional: dos ninfas se enroscan alrededor del cuello de Hilas, sus cuerpos desnudos se contorsionan con una fluidez que parece casi danzar. Mientras tanto, un grupo de ninfas a la derecha observa la escena, con expresiones de mezcla de tristeza y desilusión, como si intuyeran el final trágico que aguarda al joven escudero. Furini muestra una sensibilidad única al retratar las expresiones y los gestos de estas ninfas, infundiéndolas con una humanidad que contrasta con su naturaleza sobrenatural.
El fondo nocturno, con un cielo lapislázuli amenazante que sugiere la inminencia de una tragedia, aporta una atmósfera dramática y envolvente. Furini usa un juego de luces y sombras para moldear cada cuerpo con sutileza, resaltando sus curvas y su desnudez, y dando una apariencia casi táctil a los personajes. Los cuerpos de las ninfas y de Hilas, de piel pálida y suave, parecen cobrar vida bajo la hábil iluminación de Furini, quien logra transformar un momento estático en una secuencia de movimiento rítmico y armonioso.
Este cuadro fue, sin duda, un punto de inflexión en la carrera de Furini, pues marca su dominio en la fusión de la belleza ideal con una representación natural y realista. Como menciona su biógrafo Filippo Baldinucci, la obra fue considerada “demasiado bella y demasiado realista”, un testimonio de la habilidad de Furini para desafiar las normas artísticas de su tiempo, en las cuales la sensualidad explícita era rara en la pintura del siglo XVII.
En *Hilas y las Ninfas*, Furini logró capturar no solo un mito, sino una experiencia visual que seduce y conmueve a partes iguales. La pintura es un tributo al poder de la belleza y al enigma de la tragedia, y sigue siendo un ícono en la representación del cuerpo y la mitología en el arte barroco.
LA OBRA
Hylas y las ninfas
Francesco Furini
Fecha 1632 c.
Museo Palacio Pitti