Nací en los prados serenos del Erebo, donde las sombras suaves y los susurros del viento nocturno crean una sinfonía de calma. Desde mi nacimiento, supe que mi destino estaba ligado a los sueños de los mortales. Mientras mi padre, Hipnos, se aseguraba de que todos los seres vivos cayeran en el sueño, mi papel era mucho más específico y delicado: yo era el encargado de dar forma a esos sueños, de tejer los hilos de la realidad y la fantasía en un tapiz que reflejara sus deseos, miedos y anhelos.
Mi hogar es el Oniria, el reino de los sueños, un lugar de infinita variedad y cambio constante. En Oniria, los paisajes son tan cambiantes como las mentes de aquellos que sueñan. Aquí, montañas flotan en el aire, ríos de estrellas corren a través de los cielos, y los bosques de memoria crecen y se marchitan con cada nuevo pensamiento.
Oniria no tiene un rey, pero soy su guardián y guía. Acompañado por mis hermanos, los Oneiros, juntos gobernamos este reino. Ícelo y Fantaso, mis inseparables compañeros, contribuyen a la vasta gama de sueños. Ícelo, maestro de las pesadillas, trae las sombras y los miedos a los sueños, mientras que Fantaso, el arquitecto de las visiones fantásticas, llena los sueños con maravillas y quimeras.
Cada noche, mientras los mortales cierran los ojos, me adentro en sus mentes. No hay dos sueños iguales, pues cada alma es única. Tomo los fragmentos de su vida diurna—sus deseos más profundos, sus recuerdos más queridos y sus miedos más oscuros—y los entrelazo en narrativas que sólo ellos pueden entender completamente.
Un rey sueña con su reino, pero también con la pérdida y el poder. Un niño sueña con volar, escapar de los confines de su pequeño mundo. Una anciana sueña con los días de su juventud, con amores perdidos y tiempos pasados. Todos estos sueños, por muy diferentes que sean, llevan mi sello. Soy el narrador invisible, el que otorga significado y forma a lo que, de otro modo, sería una simple nebulosa de pensamientos.
Hubo un tiempo en que los dioses mismos reconocieron mi poder y solicitaron mi ayuda. Hera, la reina de los dioses, una vez me pidió que enviara un sueño al rey Ceyx, esposo de Alcyone. Quería avisarle de un destino trágico en el mar. Envié un sueño claro y preciso, mostrándole su barco hundiéndose y su vida extinguiéndose en las olas. Alcyone, en su tristeza, fue transformada en un alción, y desde entonces, las aves que llevan su nombre recuerdan este triste pero necesario acto.
Pero no todo es paz y serenidad en el mundo de los sueños. Existen fuerzas oscuras que buscan distorsionar y destruir. Los demonios del sueño, encabezados por Fobetor, el hermano oscuro de los Oneiros, intentan corromper las mentes dormidas con visiones de terror y desesperación. En más de una ocasión, he tenido que luchar contra estas fuerzas malignas, protegiendo el sueño de los inocentes y asegurando que la esperanza siempre encuentre su camino en el mundo onírico.
A lo largo de la historia, muchos héroes han buscado respuestas en los sueños. Alejandro Magno, aquejado por dudas, recibió una visión mía mostrándole un oráculo y una batalla decisiva. Aquiles, en sus momentos de duda, soñó con su destino en Troya, visiones que guiaron sus pasos hacia la gloria y la tragedia. Incluso los sabios y los profetas han entendido la importancia de los sueños, utilizando mis dones para descifrar el destino y los designios divinos.
En mi vida inmortal, incluso yo, Morfeo, he conocido el amor y la pérdida. Me enamoré de una musa mortal, una poetisa cuyo nombre se ha perdido en las arenas del tiempo. Durante sus noches, le enviaba sueños de inspiración, alimentando sus versos con visiones sublimes. Pero los dioses son crueles, y nuestra unión estaba condenada. Ella vivió su vida mortal, cantando mis sueños hasta su último aliento, mientras yo, inmortal, guardé su recuerdo en el rincón más sagrado de Oniria. Su amor, aunque efímero, dejó una marca eterna en mi ser.
La vida de un mortal está marcada por el ciclo incesante del día y la noche, y mi existencia está intrínsecamente ligada a este ciclo. Cada atardecer, cuando el manto de la noche se despliega sobre el mundo, mi poder crece. Mis hermanos y yo nos preparamos para nuestra tarea, descendiendo en silencio sobre la tierra. Cada amanecer, cuando el sol rompe el hechizo de la noche, regresamos a Oniria, llevando con nosotros los sueños que hemos tejido y los secretos que hemos guardado.
Los sueños, aunque efímeros, contienen una sabiduría que a menudo escapa a la comprensión consciente. A través de ellos, los mortales pueden enfrentar sus miedos, explorar sus deseos y encontrar soluciones a problemas que los acosan en la vigilia. Soy el guardián de esta sabiduría, el puente entre la mente consciente y el inconsciente.
Mi labor es tan antigua como la humanidad misma. Desde los primeros susurros de la civilización, los sueños han sido considerados portadores de mensajes divinos y reflejos del alma. Los chamanes, los sacerdotes y los profetas han interpretado mis visiones, buscando entender los misterios de la existencia a través de los sueños que envío.
Soy Morfeo, eterno e inmortal, y mi misión nunca termina. En cada era, en cada rincón del mundo, mientras los mortales sigan soñando, yo estaré allí, en la penumbra de sus mentes, tejiendo historias y revelando verdades. Mi reino es vasto, y mi poder, aunque invisible, es inquebrantable.
A través de mis sueños, los hombres han encontrado inspiración y consuelo, han enfrentado sus demonios y han descubierto su verdadero ser. Y aunque mi nombre puede ser desconocido para muchos, mi presencia es constante, como el murmullo de un arroyo en una noche tranquila.
El mundo cambia, y con él, los sueños. Los mortales de hoy sueñan con máquinas voladoras, con viajes a las estrellas, con un futuro que aún no ha llegado. Pero la esencia de los sueños permanece inalterada. Son el reflejo del alma humana, su esperanza y su temor, su luz y su sombra.
Soy Morfeo, el maestro de los sueños, y seguiré siendo el guardián de Oniria, el eterno escultor de las visiones nocturnas. Mi historia es interminable, un relato épico que se renueva con cada noche y cada sueño.
Que los mortales sigan soñando, y que en sus sueños encuentren la paz y la verdad que buscan, guiados siempre por mi mano invisible. Así ha sido desde el principio de los tiempos, y así será hasta el final de la eternidad.
LA OBRA
Morfeo e Iris
Artista: Pierre-Narcisse Guérin
Fecha: 1811