La historia de la Creación, narrada en los primeros capítulos del Antiguo Testamento (Génesis 1), no es solo un pilar de la fe, sino también una de las narrativas más poéticas y poderosas de la literatura universal. A lo largo de los siglos, este relato ha fascinado a teólogos, científicos y, por supuesto, a artistas.

A finales del siglo XIX, en plena efervescencia del movimiento Prerrafaelita y el Simbolismo inglés, el pintor Sir Edward Burne-Jones (1833-1898) decidió abordar este relato épico con una visión profundamente mística y etérea. Su serie, “Los Días de la Creación” (The Days of Creation), es una meditación visual donde la teología se encuentra con el arte decorativo, transformando la creación divina en una secuencia de belleza meditativa.

En este artículo, exploraremos paso a paso el desarrollo de la creación según el Antiguo Testamento, acompañando cada día con la sublime interpretación artística de Burne-Jones.

El Lienzo del Tiempo y el Arte Simbolista

Antes de sumergirnos en el abismo primordial, es esencial entender la obra de Burne-Jones. La serie no ilustra la acción de Dios directamente, sino que presenta una secuencia de seis ángeles majestuosos que actúan como custodios o testigos de cada día de la creación.

Cada ángel sostiene un globo de cristal (o una esfera que representa el mundo) en el que se visualiza, como en un microcosmos, el acto creativo de ese día específico. Además, los ángeles están alineados en una composición ascendente, portando libros o pergaminos que parecen registrar la historia cósmica que se despliega. Es una visión de la creación narrada a través de la perspectiva de seres celestiales, llena de simbolismo y un aire de sueño místico.

Los Dias de la Creacion Burne Jones1

Día Primero: La Luz Emerge de la Nada

La Narrativa del Génesis

El relato comienza con una desolación abrumadora: “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra. La tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.” (Génesis 1:1-2)

El primer mandato divino es la más simple y, a la vez, la más fundamental de las separaciones: la distinción entre el ser y el no ser, entre la visibilidad y la oscuridad.

“Dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.” (Génesis 1:3-5)

En este día, Dios no crea el Sol, sino la Luz misma, una energía primaria que rompe con el caos inicial. El universo se define por su ritmo más elemental: el ciclo de la presencia y la ausencia de iluminación.

La Obra de Burne-Jones: El Primer Día de la Creación

La primera pintura de la serie nos presenta al ángel de la creación, envuelto en un aura de calma y solemnidad. En esta obra, el ángel sostiene la esfera de cristal que refleja este acto inicial: la separación de la Luz y la Oscuridad.

En el globo, se puede distinguir apenas la forma de un mundo recién nacido, aún informe, dominado por el contraste violento entre un área clara y brillante (el Día) y un área sombría y profunda (la Noche). El ángel, con una expresión de profunda contemplación, parece más un receptor del mandamiento divino que un ejecutor, su figura alargada y vestida con ropajes fluidos establece el tono de belleza melancólica que domina toda la serie. El ángel del primer día tiene un rol fundamental: atestiguar el momento cero, el inicio de todo orden.

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Día Segundo: La Bóveda Celestial

La Narrativa del Génesis

Habiendo establecido el tiempo (Día y Noche), Dios pasa a ordenar el espacio. El siguiente acto es la creación de una vasta división en medio de las aguas que cubrían la tierra.

“Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre  

Esta "expansión" o "firmamento" (a menudo traducida como el cielo o la atmósfera) establece una cúpula protectora. Separa las aguas superiores (de donde vendrían las lluvias) de las aguas inferiores (mares y océanos aún mezclados), creando el espacio habitable. Es el nacimiento del cielo tal como lo conocemos.

La Obra de Burne-Jones: El Segundo Día de la Creación

El ángel del segundo día aparece en la secuencia llevando el registro del día anterior y preparando el escenario para el siguiente. Su esfera de cristal muestra el dramático acto de la división.

Dentro del orbe, las franjas de color son más definidas: el azul profundo del firmamento se ha establecido, separando claramente las masas de agua. La composición de Burne-Jones en esta pieza subraya la sensación de un espacio recién articulado, un vacío ordenado. La figura del ángel es esbelta y su mirada sugiere la inmensidad del espacio que acaba de ser delimitado por la voluntad divina. Sus vestiduras reflejan los tonos azules y grises de las aguas y el cielo.

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Día Tercero: La Tierra Seca y el Jardín de la Vida

La Narrativa del Génesis

Con el espacio establecido, Dios se enfoca en la superficie donde la vida prosperará.

“Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un solo lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno.” (Génesis 1:9-10)

Al tercer día, la tierra emerge de las aguas. Nacen los continentes y los océanos. Inmediatamente después, la Tierra se viste de gala.

“Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, y árboles que daban fruto... Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día tercero.” (Génesis 1:11-13)

Este es el día de la vida vegetal. La Tierra se convierte en un jardín listo, produciendo vida autónoma, con su propia capacidad de reproducción. Es un día doblemente creativo y vital.

La Obra de Burne-Jones: El Tercer Día de la Creación

Este panel es uno de los más vibrantes y visualmente ricos de la serie. El ángel que lo custodia sostiene la esfera donde se evidencia la explosión de la vida verde.

A diferencia de los días anteriores, donde el orbe era principalmente contrastes de color, ahora está dominado por el verde esmeralda y el marrón fértil. En el interior de la esfera se pueden ver pequeñas formas de árboles, ramas y plantas que brotan de la tierra seca. La figura del ángel, con su halo y su semblante, parece exhalar una profunda satisfacción al contemplar la fertilidad del mundo. La escena celebra la belleza orgánica y el orden geométrico de la naturaleza vegetal.

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Día Cuarto: Las Grandes Luminarias

La Narrativa del Génesis

Aunque la Luz fue creada el Día Uno, su fuente concreta se establece en el cuarto día. Dios procede a dotar al firmamento de cuerpos celestes.

“Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así.” (Génesis 1:14-15)

Dios crea dos grandes focos de luz:

“E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra... Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día cuarto.” (Génesis 1:16-19)

El cuarto día solidifica el calendario cósmico. Las estrellas, el Sol y la Luna no solo iluminan, sino que también definen el tiempo, las estaciones y los ciclos humanos.

La Obra de Burne-Jones: El Cuarto Día de la Creación

El ángel de este día se presenta con un halo y ropajes que reflejan la profundidad del cosmos. En el centro de su esfera de cristal, el foco de la atención son las tres luminarias principales.

El artista representa claramente el Sol (la lumbrera mayor) y la Luna (la lumbrera menor), acompañados por una miríada de estrellas diminutas. La esfera es un mapa estelar, un sistema en equilibrio. Burne-Jones usa azules oscuros y púrpuras para evocar la noche profunda, contrastados por el oro y el blanco brillante de los astros. La obra encapsula el momento en que el universo pasó de ser un espacio vacío a un Cosmos ordenado y medible.

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Día Quinto: Vida en el Agua y el Aire

La Narrativa del Génesis

Una vez creados los hábitats (tierra y cielo), Dios los puebla con criaturas móviles. El quinto día se dedica a los seres que habitan el agua y el aire.

“Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno.” (Génesis 1:20-21)

Es importante notar el mandato divino que acompaña a esta creación:

“Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. Y fue la tarde y la mañana el día quinto.” (Génesis 1:22-23)

Este es el primer mandato de fertilidad y multiplicación, llenando el mundo con una rica biodiversidad acuática y aérea.

La Obra de Burne-Jones: El Quinto Día de la Creación

En esta quinta pintura, el ángel custodio exhibe una esfera que rebosa de movimiento y vida. El orbe de cristal está dividido entre el azul oscuro de las profundidades marinas y el azul claro del cielo.

En la parte superior, Burne-Jones pinta delicadas aves con alas desplegadas que surcan el aire. En la parte inferior, se vislumbran peces y criaturas marinas que se mueven libremente. La belleza de esta obra radica en la forma en que el artista plasma la ligereza del vuelo y la fluidez del nado, dos formas de vida radicalmente distintas, ambas contenidas en el pequeño mundo de cristal. La figura del ángel observa este baile de la naturaleza con una fascinación silenciosa.

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Día Sexto: Los Habitantes de la Tierra y la Creación de la Humanidad

La Narrativa del Génesis

El sexto día es, quizás, el más intenso y significativo, pues en él se completa la vida biológica y se introduce el pináculo de la creación: el ser humano.

Primero, Dios crea a los animales terrestres:

“Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.” (Génesis 1:24-25)

Finalmente, llega el momento cumbre, donde la creación se realiza a imagen y semejanza de Dios, otorgándole dominio sobre el resto del mundo:

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.” (Génesis 1:26)  

: Fructificad y multiplicaos, llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread...” (Génesis 1:27-28)

Con la creación del ser humano, la obra está completa. El Antiguo Testamento concluye este día con una evaluación de toda la obra:

“Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.” (Génesis 1:31)

La Obra de Burne-Jones: El Sexto Día de la Creación

El ángel del sexto día, el último de la secuencia de Burne-Jones, carga con el peso de toda la creación. Su esfera de cristal ya no solo contiene elementos naturales, sino la figura humana.

En una de las versiones más conocidas de esta obra, la humanidad no se representa de forma gloriosa, sino en un estado de inocencia y vulnerabilidad. La figura del hombre y la mujer (Adán y Eva) aparecen desnudas y sencillas, recién formadas. La esfera contiene la vida terrestre completa: desde los animales cuadrúpedos hasta la primera pareja, todos subordinados a la mirada del ángel. Este panel resume la culminación del orden cósmico y la introducción del elemento que, para bien o para mal, daría sentido y drama a toda la historia posterior.

Los Dias de la Creacion Burne Jones

Día Séptimo: El Reposo de la Eternidad

La Narrativa del Génesis

El ciclo de la creación se cierra con un acto que no es de producción, sino de santificación.

“Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que había hecho. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.” (Génesis 2:1-3)

La importancia del séptimo día no radica en lo que se hizo, sino en lo que se detuvo. Al descansar, Dios establece el concepto del Sabbat (el día de reposo) y santifica el ciclo completo. La creación está finalizada, y el mundo, lleno de luz, espacio, vida vegetal, astros, animales y humanidad, entra en un estado de perfección.

El Cierre de la Serie

Burne-Jones, al igual que el Génesis, cierra su secuencia artística con el sexto día, entendiendo que el séptimo no requiere una imagen de un acto creativo, sino que es la condición de reposo la que envuelve toda la obra. La propia serie, con su progresión ordenada y su culminación en la figura humana, es en sí misma el testimonio del orden divino que se establece y se consagra.

La serie “Los Días de la Creación” de Edward Burne-Jones es un triunfo del arte simbolista. Al fusionar el texto bíblico con una visión etérea y secuencial, nos invita no solo a leer la historia del Génesis, sino a meditar sobre el misterio de la existencia, contemplando cada día a través de los ojos de los ángeles, guardianes silenciosos de la obra más grandiosa jamás contada.