Todavía hoy, el destino de miles de turistas es la fortaleza de Venus, que indicaría el punto donde la diosa salió del agua. La mitología antigua consagró la rosa a Afrodita como diosa del amor y la belleza, asociación que la literatura y el arte se han encargado de mantener hasta la actualidad. Una antigua leyenda griega contaba que el rosal creció en la tierra poco tiempo después de que la diosa naciera del mar. Con el fin de dar una prueba de su poder, Afrodita hizo brotar una espléndida rosa, creando así una flor tan perfecta y hermosa como ella.
Otro mito, mucho más extendido, contaba que la rosa era originariamente una flor blanca, pero que se volvió roja por la sangre de la propia diosa mientras intentaba socorrer a su amado Adonis, que ya estaba moribundo.
En la versión de Auguste-Barthélemy Glaize, La sangre de Venus de 1845, puede verse que, en su carrera, la diosa pisó una espinosa rama de rosal y las gotas de sangre que brotaron de su herida tiñeron de rojo la flor.
LA OBRA
Óleo sobre lienzo
1845
Musée Fabre
Montpellier. Francia