Desde los albores de la civilización, el Inframundo (el Hades griego o el Orco romano) ha sido el destino ineludible, el reino sombrío donde las almas de los mortales se disuelven en la eternidad. Gobernado por el frío e implacable Hades y su reina, Perséfone, era un lugar de no retorno. Entrar y, más aún, volver de él, se consideraba la hazaña definitiva, la prueba suprema de heroísmo, amor o desesperación.
Esta gesta mitológica se conoce como la Katabasis (descenso) y el viaje de vuelta como Anabasis (ascenso). Los héroes, dioses y mortales que lograron cruzar el Aqueronte y retornar, son leyendas tejidas con el hilo de lo imposible. Sus relatos, vibrantes de tragedia y triunfo, no solo definieron el heroísmo antiguo, sino que también nos dieron los vislumbres más detallados sobre cómo imaginaban nuestros ancestros la vida después de la muerte.
Estos son los 10 más fascinantes y reconocidos descensos que desafiaron a la mismísima Muerte.
1. Orfeo y Eurídice: El Lamento que Conmovió al Infierno
Ningún viaje al Hades es tan puramente trágico y profundamente conmovedor como el de Orfeo, el aedo tracio, cuyo arte musical era tan sublime que hasta los árboles y las rocas se movían para escucharlo. Su descenso no fue por ambición, sino por la fuerza incontenible del amor.
Cuando su amada esposa, la ninfa Eurídice, murió por la mordedura de una serpiente, el dolor de Orfeo fue un grito que no pudo ser contenido por el mundo de los vivos. Con su lira como única arma, se aventuró en la oscuridad. Cruzó el Estigia sin la ayuda de Caronte, pues su melodía lo inmovilizó, y durmió al feroz Cancerbero con un suave arpegio.
Ante el trono de Hades y Perséfone, Orfeo no suplicó; tocó. Su música, un lamento de amor y pérdida, era tan desgarradora y perfecta que, por primera y única vez en la historia, las duras mejillas de las Furias (las Erinias) se humedecieron. El mismo Hades, el más estoico de los dioses, accedió a la petición de Orfeo: Eurídice podía volver. Pero había una condición inquebrantable: Orfeo no debía mirarla hasta que ambos hubieran salido por completo y pisado la luz del sol.
En el trayecto de regreso, la duda carcomió a Orfeo. ¿De verdad le seguía? ¿Habría sido engañado? Justo cuando el umbral de la luz estaba a su alcance, sucumbió a la ansiedad y volteó la cabeza. Vio a Eurídice, tan cerca, pero su alma se desvaneció de inmediato, arrastrada hacia la oscuridad eterna con un susurro final de "Adiós". Su música triunfó sobre la muerte, pero su fe falló ante la promesa.
más aqui: https://lavidaesarte.com.ar/esculturas/400-la-tragedia-de-orfeo-y-euridice
2. Heracles (Hércules): La Duodécima Labor y el Can Cefalópodo
Heracles, el semidiós de la fuerza hercúlea, es el epítome del héroe que logra lo imposible. Su duodécima y última labor, la más temida, fue una Katabasis puramente física: debía descender al Inframundo y capturar a Cancerbero (Cerbero), el monstruoso perro guardián de tres cabezas y cola de serpiente, para llevarlo ante el rey Euristeo.
Armado solo con su valor, su clava y su piel de león, Heracles encontró la entrada al Inframundo en el cabo Ténaro. Antes de enfrentar al Can, se purificó y, según algunas versiones, contó con la ayuda de Hermes y Atenea. Cuando se presentó ante Hades, el dios de los muertos no se opuso a su petición, quizás impresionado por la audacia, pero impuso una condición: Heracles debía dominar a Cancerbero usando únicamente sus manos desnudas.
La escena fue épica. Heracles luchó con la bestia, resistiendo el veneno de su cola y el mordisco de sus múltiples cabezas. Finalmente, con un agarre de hierro en el cuello de la bestia, la sofocó hasta someterla. Arrastró al aullante Cancerbero, que exhalaba espuma venenosa (de donde nacieron plantas tóxicas), a través de los portales del Hades hasta el mundo de los vivos. Después de mostrar el terror de tres cabezas a un espantado Euristeo, Heracles devolvió al perro a su puesto, completando así su ciclo de penitencia.
3. Odiseo (Ulises): La Consulta Profética (Nekyia)
El descenso de Odiseo al Inframundo, conocido como Nekyia (comunicación con los muertos), no fue para rescatar a un alma o capturar una bestia, sino por necesidad estratégica. En su larga travesía de regreso a Ítaca, la hechicera Circe le informó que, para completar su viaje, debía consultar al espíritu del difunto adivino Tiresias.
Odiseo no descendió a través de una grieta física, sino que realizó un ritual en un borde del mundo conocido. Excavó un pozo, lo llenó con la sangre de un sacrificio y esperó. Las almas de los muertos, atraídas por la sangre, se congregaron como sombras indistintas, deseosas de beber el vital líquido que les daría temporalmente la capacidad de hablar.
Odiseo tuvo que repelerlas para que Tiresias bebiera primero. El sabio ciego le reveló la amarga verdad: la ira de Poseidón, los peligros venideros y, crucialmente, la matanza de las vacas de Helios. Después, el héroe habló con innumerables sombras: su madre Anticlea, a quien se había resistido a abrazar; su compañero de armas Agamenón, que le advirtió sobre las esposas infieles; y el poderoso Aquiles, que lamentó la vanidad de la gloria: "Preferiría ser un siervo, un jornalero, en el mundo de arriba, que un rey entre los muertos". Esta Katabasis fue un sombrío sondeo en el destino y la moralidad de los héroes.
4. Eneas: El Destino de Roma
La Katabasis de Eneas, narrada en el Libro VI de la Eneida de Virgilio, es, quizás, la más solemne y política de todas. Eneas, el príncipe troyano y progenitor del pueblo romano, viajó al Inframundo no para volver, sino para forjar su futuro. Su objetivo era reunirse con el espíritu de su padre, Anquises, quien le revelaría la profecía de la grandeza romana.
Guiado por la Sibila de Cumas, Eneas buscó la entrada al Inframundo cerca del lago Averno. Para obtener permiso para entrar y salir, necesitaba presentar un "ramo dorado" a Perséfone. Una vez dentro, cruzó el umbral del Dolor, el Miedo y la Angustia.
En el Inframundo, Eneas se encontró con figuras trágicas, siendo la más dolorosa el espíritu de Dido, la reina de Cartago a la que había abandonado. Al verla, Eneas intentó excusarse y reavivar su amor, pero Dido se apartó, silenciosa y helada, regresando a la sombra de su primer esposo.
Finalmente, en los Campos Elíseos, el reino de los héroes y los justos, Eneas encontró a Anquises. Su padre no solo le mostró a los futuros héroes de Roma, sino que también le explicó la doctrina de la reencarnación y la purificación de las almas. Este descenso fue un bautismo profético; Eneas volvió transformado, listo para fundar una nación.
5. Perséfone: El Rapto que Creó las Estaciones
Aunque es una deidad y no una mortal, el viaje de Perséfone al Inframundo es la Katabasis fundacional de la mitología, la que define la geografía y el carácter del reino. Perséfone, hija de Zeus y Deméter (diosa de la agricultura), fue raptada por su tío, Hades, mientras recolectaba flores en un prado.
Hades emergió de una grieta en la tierra en su carro oscuro y se la llevó a su reino para convertirla en su reina. Deméter, en su dolor, abandonó sus deberes, causando una hambruna devastadora. Ante la amenaza de extinción de la humanidad, Zeus intervino y envió a Hermes a ordenar la liberación de Perséfone.
Hades aceptó, pero antes le ofreció a Perséfone unos granos de granada. Al comerlos, Perséfone quedó atada al Inframundo por una ley inmutable: quien prueba la comida de los muertos, pertenece a los muertos. El resultado fue un compromiso: Perséfone pasaría una parte del año (generalmente un tercio o la mitad) como Reina del Inframundo (el invierno) y el resto del año con su madre en la superficie (la primavera y el verano). Su ciclo de descenso y ascenso es la metáfora mitológica de la vida, la muerte y el renacimiento de la naturaleza.
más aqui: https://lavidaesarte.com.ar/esculturas/318-la-caida-de-persefone
6. Psique: La Misión de la Belleza Oscura
El viaje de Psique (el Alma), la hermosa princesa amada por Cupido (Eros), fue una Katabasis impuesta por la celosa diosa Venus (Afrodita). Para ganarse el perdón de la diosa y recuperar a su amado, Psique tuvo que completar tres tareas imposibles. La última y más peligrosa fue un viaje al Hades.
Venus le ordenó descender al Inframundo y pedirle a Perséfone que llenara una caja especial con una porción de su propia belleza divina. Psique, desesperada, buscó la entrada al Hades. Llevaba en cada mano una torta de cebada empapada en vino de miel (para Cerbero) y dos monedas en la boca (para Caronte).
En su camino, tuvo que resistir la tentación de ayudar a un hombre que pedía auxilio con un burro cargado y a un cadáver que le suplicaba un pasaje en la barca de Caronte, pues la ayuda desinteresada la habría obligado a soltar sus ofrendas cruciales. Finalmente, sobornó a Caronte y a Cancerbero.
En el palacio de Perséfone, la reina le entregó la caja, advirtiéndole que no la abriera. Pero la curiosidad y la vanidad tentaron a Psique. Creyendo que un poco de belleza divina le aseguraría el amor de Cupido, abrió la caja. En lugar de belleza, la caja contenía el "Sueño Estigio", un vapor letal que la sumió en un profundo sopor. Afortunadamente, Cupido escapó de su prisión, la despertó con una de sus flechas y la llevó al Olimpo, donde Zeus le concedió la inmortalidad y la unió a su amado por siempre.
mas aqui: https://lavidaesarte.com.ar/esculturas/255-psique-reanimada-por-el-beso-del-amor
7. Teseo y Pirítoo: La Audacia Castigada
El viaje de Teseo, el héroe fundador de Atenas, y su amigo Pirítoo, rey de los Lapitas, es un cuento de arrogancia y castigo. Después de perder a sus esposas, los dos juraron casarse con hijas de Zeus. Teseo eligió a la ya casada Helena de Esparta (y la secuestró, aunque luego fue rescatada); Pirítoo fue más allá y eligió a la Reina del Inframundo, Perséfone.
A pesar de las advertencias de Teseo, Pirítoo se mantuvo firme, y ambos se adentraron en el Hades, con la intención de secuestrar a la reina a punta de espada. Por supuesto, Hades estaba al tanto. Recibió a los héroes con engañosa hospitalidad y los invitó a sentarse en un elegante banquete.
Sin saberlo, se sentaron en el "Trono del Olvido" (o los "Asientos del Olvido"), una roca encantada que los ató de inmediato, congelándolos en una parálisis total y despojándolos de sus recuerdos. Allí permanecieron, observando pasivamente el tormento de los muertos.
Más tarde, cuando Heracles descendió para su duodécima labor, intentó rescatar a sus viejos amigos. Pudo liberar a Teseo, arrancándolo de la piedra (razón por la cual Teseo cojeaba el resto de su vida), pero cuando intentó liberar a Pirítoo, la tierra tembló en señal de la furia de Hades. El crimen de Pirítoo era imperdonable: intentar robar a la propia reina. Teseo regresó solo, dejando a su amigo a merced del Inframundo.
más aqui: https://lavidaesarte.com.ar/esculturas/144-teseo-y-el-centauro
8. Dioniso y Sémele: El Rescate de una Madre Mortal
El descenso de Dioniso, el dios del vino, el éxtasis y la locura, es una muestra del amor filial divino hacia una madre mortal. Sémele, princesa de Tebas y amante de Zeus, fue consumida por el fuego de la divinidad cuando, engañada por la celosa Hera, le pidió a Zeus que se le revelara en su forma real. Zeus la incineró, pero salvó a su feto no nacido, Dioniso, cosiendo al niño en su propio muslo hasta que estuvo listo para nacer.
Dioniso, una vez adulto y reconocido como dios, no se conformó con que el alma de su madre estuviera en el reino de los muertos. Utilizando su estatus divino, se aventuró en la oscuridad. Con la ayuda de un guía, o simplemente abriéndose paso con su poder, descendió a la morada de Hades.
Su misión era clara: liberar a Sémele. Dioniso negoció con el Rey del Inframundo, o quizás usó su influencia y carisma divino. Finalmente, logró su objetivo y sacó a Sémele del Hades, un acto reservado solo a los dioses. Al ascender, no la devolvió a su vida mortal, sino que la llevó al Olimpo y la transformó en la diosa deificada conocida como Tione, elevando su alma mortal al estatus divino.
9. Cástor y Pólux: La Inmortalidad Compartida
Los Dióscuros (hijos de Zeus), Cástor y Pólux, eran hermanos gemelos inseparables, hijos de Leda. Pólux era inmortal, hijo de Zeus; Cástor era mortal, hijo del rey Tíndaro. Eran conocidos por su valor en la expedición Argonauta y en muchas otras aventuras.
La tragedia golpeó cuando Cástor fue asesinado en una pelea con sus primos. El dolor de Pólux fue insoportable. No podía concebir la vida sin su hermano. Le suplicó a Zeus que le permitiera morir o que le diera una forma de compartir su inmortalidad con Cástor.
Conmovido por el amor fraterno, Zeus presentó una solución extraordinaria. Pólux podía, si lo deseaba, pasar toda la eternidad en el Olimpo, pero Cástor permanecería en el Hades. O, alternativamente, podían compartir la inmortalidad. Pólux eligió lo segundo: a partir de ese momento, los dos hermanos pasarían la mitad del tiempo en el reino de los vivos, en el esplendor del Olimpo, y la otra mitad en la oscuridad del Inframundo. Su existencia se convirtió en un ciclo de Katabasis y Anabasis, un testimonio eterno del vínculo familiar que triunfó sobre la muerte.
10. Alcestis: El Sacrificio de Amor y el Campeón
La Katabasis de Alcestis es la historia de la esposa que hizo lo que nadie más quiso hacer. Su esposo, el rey Admeto, había ofendido a la diosa Artemisa, y la única forma de escapar de la muerte inminente era que alguien más tomara su lugar. Los padres ancianos de Admeto se negaron, pero su joven esposa, Alcestis, se ofreció voluntariamente a morir en su lugar.
Ella descendió al Inframundo, un alma sacrificada en un acto de amor supremo. Sin embargo, su virtud y sacrificio impresionaron a la reina Perséfone y al resto del Panteón. Además, Admeto había demostrado gran hospitalidad a Heracles (quien no sabía del duelo, pues Admeto lo había ocultado) y el héroe se sintió en deuda con su anfitrión.
Heracles se enteró de la verdad y, lleno de furia e indignación ante la injusticia, se dirigió a la tumba de Alcestis para esperar a Tánatos, la personificación de la Muerte, que vendría a llevarse el alma. Cuando Tánatos llegó, Heracles luchó con la entidad alada, dominándola con su fuerza. El héroe victorioso obligó a Tánatos a liberar a Alcestis, y la trajo de vuelta a la luz, devolviéndola a su esposo. Así, Alcestis regresó de la muerte, no por su propia fuerza, sino por la pureza de su sacrificio y la intervención de un campeón divino.
Estos diez viajes, desde la negociación musical de Orfeo hasta la fuerza bruta de Heracles y la trágica curiosidad de Psique, ofrecen una rica y emocionante tapicería del pensamiento mitológico. El Inframundo no era solo un destino final, sino un escenario de confrontación, donde el amor, la ambición, la lealtad y el destino se ponían a prueba contra la más antigua y temida de las fuerzas: la Muerte.
La Katabasis sigue resonando en nuestras narrativas modernas, un recordatorio de que, en la lucha contra la oscuridad, el verdadero heroísmo reside no en la fuerza, sino en la voluntad inquebrantable de arriesgarlo todo por aquello que realmente amamos.